Retos y desafíos de España ante la presidencia europea 

A partir del 1 de julio España ocupará la presidencia del Consejo de la Unión Europa. Una presidencia rotatoria entre los países de la UE y que durará hasta el 31 de diciembre. Durante un semestre, el Estado de turno preside las sesiones en todos los niveles del Consejo, contribuyendo a garantizar la continuidad del trabajo de la UE en esa institución. 

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Los Estados miembros que ejercen la Presidencia colaboran estrechamente en grupos de tres, denominados «Tríos». Este sistema fue instaurado por el Tratado de Lisboa en 2009. El Trío fija los objetivos a largo plazo y elabora un programa común con los temas y principales asuntos que abordará el Consejo en un periodo de dieciocho meses. Con arreglo a este programa, cada uno de los tres países elabora su programa semestral con mayor detalle. 

Por el momento el Gobierno todavía no ha presentado sus objetivos, de los que se conocen someramente sus tres ejes principales: autonomía estratégica, estrechar las relaciones entre Europa y Latam e implantar una agenda social europea. Es una oportunidad que debería valer para mostrar de lo que España, como país, puede ser capaz. 

Es momento de combinar el ejercicio neutral de la presidencia de turno con la búsqueda de consensos que vayan bien a las prioridades nacionales. Sin pasarse, pero suele haber margen para elevar propuestas, aunque en la última ocasión España se quedó con las ganas, porque lo peor de la crisis iniciada en 2008 estaba arrasando y había apuestas comunes que anteponer. 

Los expertos del Real Instituto Elcano coinciden con los ejes que el ministro Albares presentó hace meses, y añaden que el gran reto del año que acabamos de estrenar es el de mantener la unidad y coherencia, que serán puestas a prueba por la crisis energética, la inflación y otros precios a pagar por confrontar al agresor en el conflicto de Ucrania, o sea, a Rusia, que se ha convertido en un rival estratégico. 

La guerra ha alterado la arquitectura general de la relación entre la UE y el resto del continente, pero los Veintisiete, a través de las sanciones a Moscú y las ayudas a Kiev, han mostrado una contundencia que no podía darse por descontada cuando comenzaron los ataques. Además, se ha abierto la puerta al proceso de entrada de Ucrania en la UE, aunque es lento y, desde luego, no culminará en el semestre español.

Sí que ha reactivado otros debates, como la apertura mayor a los Balcanes occidentales o la creación de la Comunidad Política Europea, que parecía un invento temporal de Francia pero tiene visos de consolidarse como un órgano funcional para insertar en la cooperación política continental a potencias regionales alejadas de Bruselas, de Reino Unido a Turquía. 

En España habrá un debate importante sobre el futuro de Europa y una mayor integración. Hay países que la quieren acelerar y países que no la ven, “reacios al cambio”. Como Ucrania también ha puesto sobre el tapete, se puede lograr la unidad, pero con esfuerzo, porque cada cual tiene sus intereses. Hace falta una intensa labor de acercamiento en los meses por venir, cuando además viene el final del actual ciclo político, hay las elecciones europeas en primavera y también algunas nacionales de peso, como las de Grecia (junio) y Polonia (noviembre), más la propia España. 

Hay cosas concretas alcanzables, destaca Elcano: el deseo de llegar a un acuerdo sobre la reforma de las reglas fiscales antes de que acabe 2023, ya que en 2024 se desactivaría la cláusula general de escape, el reparto completo de los fondos Next Generation, que tienen que estar disponibles, todos, para diciembre de este año, y avances en la Ley Europea de Chips o la de Materias Primas Fundamentales. Solo queda que Sánchez esté a la altura de este cometido. 

Escapar de los ‘egos’ europeos

Como si fuera un padre o una madre hacia sus hijos al echarles una bronca se refirió Josep Borrell a los cuerpos diplomáticos europeos. Fue un discurso correctivo en un momento de incertidumbre con la guerra en Ucrania como telón de fondo. La burocracia de la Unión Europea no está siendo ágil y, por el contrario, está siendo arrogante y lenta, en palabras del propio Borrell.

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Esta reprimenda al más puro estilo paternalista es un tirón de orejas necesario para la política europea. El propio Borrell lo ejemplificó de la forma más clara posible con un simple: “A veces, sabía más de lo que estaba pasando en algún lugar leyendo los periódicos que leyendo sus informes. Los informes llegan a veces demasiado tarde”, cuando la función de los diplomáticos europeos es llegar antes que nadie para informar de la situación en tiempo real de un país.

La guerra de Ucrania es un ejemplo ya que, cuando el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, llama a Borrell para decirle que la invasión estaba a punto de ocurrir, mientras la Unión Europea aún lo negaba. La falta de previsión ante un conflicto enquistado desde la entrada de los rusos en Crimea en 2014, desconociendo cuán efectiva sería la resistencia de los ucranianos o la capacidad de escalada de Putin.

La política europea y su capacidad de ordenar aquello que tienen que hacer sus diplomáticos, tiene una gran responsabilidad en el correcto funcionamiento y desarrollo del continente por lo que el desempeño de su actividad es crucial para poder atacar los problemas antes de que estos sucedan o, al menos, tener un plan de actuación para cuando ocurran. En este tipo de casos no se habla por hablar, y menos cuando se trata de una celebración y el de Borrell haya sido el discurso inaugural.

Europa tiene problemas y la organización debe estar lo más engrasada posible para salir de esta situación. “Este no es un momento en el que os vamos a mandar flores a todos diciéndoles que sois preciosos, trabajáis muy bien y estamos muy contentos, somos una gran familia”, llegó a ironizar en su discurso el exministro socialista de Asuntos Exteriores.

Por muy duro que parezca era algo que el alto comisionado quiso decir. Un tirón de orejas avisado al inicio de su discurso. “No quiero culpar ni avergonzar, pero esto es algo que tengo que decirles”. Crónica de una bronca anunciada.

Pero no se quedó ahí, Borrell fue más allá cuando toco referirse a la intervención de los funcionarios de la UE, cuya “arrogancia es legendaria” en los países pobres de África, América Latina o Asia, estaban enfureciendo a naciones que deberían ser cortejadas como aliadas en lugar de sermoneadas.

“Tratamos de exportar nuestro modelo, pero no pensamos lo suficiente en cómo los demás lo percibirán. Y les dices: ‘Este es un modelo, es el mejor, así que tienes que seguirlo’. Por razones culturales, históricas y económicas, esto ya no se acepta”, dijo Borrell y les espetó: “Recuerden esta frase: Es la identidad, estúpido”.

Esta última frase, es imprescindible ya que cada vez más, algunas identidades están surgiendo y dispuestas a ser reconocidas y aceptadas y no fusionadas dentro del enfoque ‘Occidental’. Europa está perdiendo la empatía y debe poner atención en el resto del mundo. Hay que dejar de pensar que sabemos mejor que es lo que interesa a otros y no nos preocupamos por conocerlo. ¿Cómo se pueden corregir todos estos problemas? ¿Qué deben hacer entonces los embajadores de la UE? El jefe de la diplomacia de la UE lo resume en esta regla de oro: “Tomen más la iniciativa. Prepárense para ser audaces”.

Una lectura europea de las alternativas al ‘colapso energético’

Europa y gran parte del mundo está viviendo una crisis energética sin precedentes en su historia. La falta de energía agravada por el conflicto entre Rusia y Ucrania está afectando a los precios ante las dificultades de obtener estos recursos.

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Esto lleva apreciándose desde antes de principios de año, con el fin de los momentos más complicados de la pandemia y el alza en la inflación de la crisis económica posterior. Con el inicio de la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, en Europa, especialmente, se abre una nueva vía de problemas para la estabilidad socioeconómica provocada por la falta de materias primas y de energía, la cual volvió a afectar a los precios del mercado de bienes y servicios.

Aquí en España, por si fuera poco, hemos actuado más tarde que el resto de países de nuestro entorno, lo que ha afectado a nuestra posición relativa. El paquete de medidas del Gobierno se ha demostrado insuficiente y el equipo de Pedro Sánchez no ha conseguido abrir nuevas vías para mejorar la situación de los españoles. A esto, se le unió un conflicto que no se esperaba en el país, la soberanía del Sahara Occidental, antigua colonia española, y por la cual mantienen gran tensión Argelia y Marruecos; lo que ha acabado por provocar una subida de precio del gas argelino y una caída extraordinaria de su contribución al abastecimiento total de España, sobre el cual teníamos un trato preferencial.

En las últimas semanas es cuando más se está notando la crisis energética y las perspectivas preocupantes para el invierno. Lo que eran conjeturas sobre la posición de Francia, Alemania y Reino Unido hace unos meses, hoy son realidad y mañana serán motivo de restricciones severas en el suministro de gas. Cada semana que pasa, el precio de la electricidad y el gas en los mercados mayoristas europeos pulveriza récords históricos, acelerando la provisión de reservas para el invierno pero con enormes limitaciones tanto de capacidad como de cerrar contratos a precios razonables más allá del mes de enero próximo.

Por un lado, la posición de Alemania es extremadamente frágil y se hace evidente cada día hasta qué punto la competitividad de su economía era fuertemente dependiente de tener una energía muy barata y de un único proveedor que era improbable que fallase (Rusia). En este sentido, busca de manera desesperada poner en marcha medidas que, primero, aseguren el suministro en los próximos meses presionando para que se ejecuten infraestructuras vitales como el Midcat (a financiar con fondos europeos, pero con el freno continuo de Francia y la dificultad de ponerlo en marcha en España) o la paralización del cierre de las centrales nucleares que aún no están desmanteladas. Y, después, moderar el consumo de gas y el impacto sobre la factura tanto de la industria como de los consumidores domésticos (anuncios de bajadas de impuestos, combinadas con subidas específicas por nivel de consumo).

Por otro lado, la posición de Francia también está revelando peligrosas fragilidades debido a las necesidades de conservación y reparación del parque de generación nuclear. Dado que en este país (y también en Alemania) el precio mayorista de la electricidad no se traslada ni de manera inmediata ni tampoco en todo su impacto (las tarifas se fijan por contratos bilaterales a plazo), los consumidores no han notado todavía el mayor impacto por la subida de precios, pero lo tendrán en los próximos meses aunque de manera amortiguada.

Será necesario, por tanto, buscar vías alternativas para asegurar el suministro y, al mismo tiempo, reducir el impacto sobre los consumidores. En el caso de España, se interpreta como un “triunfo” el llamado tope del precio del gas, bajo el cual el mercado mayorista de electricidad en España es sustancialmente menor que el de otros mercados europeos. No cabía esperar algo distinto, teniendo en cuenta que el gas es una energía de enorme importancia en el mix eléctrico español. Pero hay que ser muy conscientes de que la compensación que hoy se le paga a las centrales de gas para que no suban el precio lo estamos pagando, una parte, en el precio diario minorista (el Precio Voluntario del Pequeño Consumidor, el 40% de los consumidores domésticos) y el resto se irá repercutiendo en los contratos de electricidad a precio fijado cuando toquen ser renovados.

De una forma u otra, obviamente, quienes notaremos estos incrementos seremos los consumidores finales, que usamos a diario la energía para todo lo que tiene que ver con la vida: cocinar, transportarnos, limpiar, ocio… No estamos a salvo y las previsiones no son nada alentadoras.

Las empresas no aguantan este tirón. Estos precios, sumados a la falta de materiales, también las deja en jaque. El consumidor no consume y las empresas no sobreviven, mientras la clase política se preocupa de trivialidades y de echarse los males de unos y otros, lo que no resuelve ni un solo problema.

Ya hemos empezado con el racionamiento energético que prometía Bruselas y en invierno será peor. De momento, las medidas aprobadas por el Gobierno de Sánchez hace una semana ya han iniciado una nueva batalla política en nuestro país. Desde hace unos días se han empezado a aplicar las primeras regulaciones, que vivirán su segunda fase en septiembre y de la que probablemente haya más fases.

Empezando por los empresarios, estás medidas generan un gran desconcierto por las diferencias que hay entre los distintos negocios y sus actividades. No tiene sentido que un negocio en el que se conservan alimentos frescos tengo la misma temperatura que una peluquería.

Es indiscutible que tenemos que hacer un esfuerzo de ahorro energético en línea con las indicaciones de los Veintisiete. En el caso español dista mucho de lo que debiera haber sido: un pacto diáfano y consensuado entre todas las instituciones.

Ya veremos si, como dice la presidenta de la Comunidad de Madrid, estas medidas son inconstitucionales, siendo España uno de los países europeos con mayor iluminación pública de Europa, superando a países como Francia, Alemania o Italia. El problema de la iluminación de los escaparates de los locales, una vez cerrados, no desincentivará el turismo ni hará menos seguras nuestras calles, ese enfoque es menor.

Grandes cambios en la OTAN y en la autonomía estratégica de la Europa y España

Más militares, más enemigos y más Estados Unidos. La nueva Alianza que emerge de la cumbre de la OTAN en Madrid vislumbra un mundo mucho más impredecible y confrontado que 12 años atrás, según la estrategia acordada para los próximos diez años.

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Rusia pasa de considerarse un socio estratégico a una “amenaza directa”, China es descrita como un “desafío sistémico” por primera vez en la Historia y Europa ve el mayor despliegue de tropas desde la Guerra Fría (más de una tercera parte, estadounidenses). Lo que es indudable es que han escenificado una Alianza Atlántica más unida, fortalecida y ampliada.

La primera jornada de la cumbre dejó una sorpresa de última hora cuando Turquía levantó el veto sobre la adhesión de Suecia y Finlandia tras semanas de bloqueo. Ello ha permitido que la organización invita formalmente a ambos países a adherirse, en una decisión histórica por parte de dos naciones con una larga tradición de neutralidad, y que añade 1.300 kilómetros de frontera entre la Alianza y Rusia. Esto, beneficia directamente a estos países, que tendrán un refuerzo en caso de que la guerra entre en sus fronteras

En el caso de Rusia, hace 12 años, la OTAN reconocía a Rusia como un “socio estratégico”; sin embargo, el texto nacido en Madrid con la guerra de Ucrania como telón de fondo la Alianza señala a este país como la “más significativa y directa amenaza” para la seguridad de los aliados y la paz y la estabilidad en el territorio transatlántico. “No podemos descartar un ataque a la soberanía e integridad territorial de los aliados”, prosiguen los líderes en su nuevo concepto estratégico.

La organización militar prepara el mayor despliegue de tropas a Europa desde la Guerra Fría para, en unos meses, tener en alerta más de 300.000 militares (frente a los 40.000 actuales) dispuestos a actuar bajo el mando de la OTAN. La mayoría de tropas serán destinadas a los países de la frontera Este, desde Estonia (norte) a Bulgaria (sur). La mayoría de soldados serán entrenados en sus países de origen, pero “listos para actuar ante cualquier amenaza” -dijo el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg- y ser desplazados allí donde sea necesario en un plazo de tres días. 

Por primera vez en la historia de la OTAN, China es presentada como una amenaza. La región del Indopacífico será una de las nuevas vías geoestratégicas de la Alianza para frenar las ambiciones políticas, económicas y militares de Pekín, a la que se considera ya un “desafío sistémico”, según establece el concepto estratégico. Para frenar esas ambiciones, la OTAN y varios países clave de la región, como Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda (que por primera vez han asistido como invitados a una cumbre aliada), han afianzado en Madrid sus relaciones geoestratégicas.

Mientras unos miran al Este, las preocupaciones de España (y el apoyo de Italia) se centran en las amenazas de la frontera Sur. Madrid ha instado a sus aliados de la OTAN a considerar un papel más importante para la alianza en el norte de África y el Sahel. De hecho, por primera vez, la Alianza ha incluido a la región del Sahel como una zona que “afecta directamente” a la seguridad de la OTAN y de todos sus aliados.

La Alianza ha incorporado un nuevo supuesto a instancias del Gobierno de Pedro Sánchez que consiste en “preservar la soberanía y la integridad territorial de todos los aliados ante cualquier agresor”. “En un contexto de competencia estratégica -afirma-, mejoraremos nuestra conciencia global para conseguir disuadir, defender y responder en todos los territorios en línea con nuestro objetivo de los 360 grados”, reza la estrategia.

Avances hacia una ‘autonomía estratégica tutelada’

Esta reunión no hace más que reafirmar la hegemonía de Estados Unidos en la OTAN, la idea está clara: los enemigos de EEUU son los enemigos de Europa, Rusia y, sobre todo, China. El triunfo de la Administración norteamericana es enorme, el fracaso de la Unión Europea histórico y el éxito de China especialmente significativo. El Imperio Medio consigue una retaguardia geoeconómica y energética decisiva, iguala poder estratégico-nuclear con el país de Biden y, lo más importante, gana tiempo para construir alianzas, definir escenarios y fortalecer su complejo militar, tecnológico y científico.

Como ya hemos hablado en más de una ocasión, Europa y España necesitan ganar autonomía con respecto a Estados Unidos. Sin embargo, esta autonomía supone ganar margen de maniobra pero de forma ‘tutelada’ por Estados Unidos. No somos más que un aliado geoestratégico de contención con Rusia y China. La OTAN se creó en su momento por los americanos para evitar que Europa pudiera ser aliada de Rusia y en cambio, con el tiempo, la subordinación ha ido en aumento.

En el caso de España, independientemente de Europa, el refuerzo de la vigilancia de la frontera sur prometida por Biden, no es más que ceder competencias con los americanos para protegerse en un momento de máxima tensión con nuestros vecinos del sur. La OTAN crece, se expande, se refuerza, se amplía, aumenta el gasto en defensa y, de la misma manera, se solidifica la hipótesis de la autonomía estratégica tutelada de la Unión Europea.

Qué ha pasado con el ‘paro’ del transporte

Desde el día 14 de marzo, España ha experimentado un suceso alejado de la normalidad. Un paro que comenzó con el transporte y que terminó por afectar a gran parte de los sectores de actividad a causa del alza en los precios de la energía y la falta de materias primas provenientes de la zona del conflicto entre Ucrania y Rusia.

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El día de la convocatoria se inició directamente el paro, organizado por una pequeña patronal del transporte, con un seguimiento bastante bajo, que se fue incrementando con el paso de los días. Los sindicatos, por su parte, no convocaron huelga hasta el día 21 de marzo. La diferencia entre ambos movimientos, paro y huelga, viene marcado por sus convocantes: el paro lo convocan las patronales (empresarios) y la huelga los sindicatos (trabajadores).

En estos días hemos podido observar qué ha sucedido en los últimos años con respecto a la representatividad de los sindicatos tradicionales, dado que los transportistas siguen buscando un órgano que les represente y defienda los intereses específicos del sector. Algo que hubiera sido impensable en el pasado, cuando el transporte era un sector organizado. Este desapego hacia los sindicatos y patronales tradicionales, ha terminado por ocasionar una situación de desorden del movimiento, con autónomos y pymes asfixiados por la pandemia y los costes buscan una solución más radicalizada a las grandes organizaciones; y eso está sucediendo ahora tras el fin de la huelga y la continuación indefinida del paro protagonizado fundamentalmente por autónomos. Este fin, a medias, del problema (se cifra en el 5% el porcentaje de transportistas que continúan el paro) es parte de otro gran problema en las reuniones para solucionar el conflicto: las negociaciones asimétricas debido a la falta de estructura del diálogo social en este mercado.

Estas situaciones se dan debido a que, en primer lugar, el sector del transporte por carretera en España es muy heterogéneo. En él, conviven las grandes empresas y plataformas logísticas, son muy competitivas y pueden absorber las subidas de costes que pudieran producirse, beneficiándose de su posición en el mercado. Si suben costes, como está sucediendo ahora, incluso pueden aprovechar la situación para aumentar sus márgenes de beneficio.

Junto a esos grandes transportistas hay otros miles de pequeños que viven continuamente al límite y que, en ocasiones, dependen de los picos de las grandes logísticas para operar. No tienen el volumen de horas de las grandes empresas, ni tienen acceso a una gama tan amplia y rentable de clientes y cuando son subcontratados se ven obligados a aceptar sin rechistar las condiciones que les imponen. A poco que empeoren las condiciones, porque baje la demanda o suban los costes, muchos de ellos entran sin remedio en pérdidas. De ahí la famosa frase del paro: “Si estamos parados no gastamos”, tan repetida por la curiosa figura del presidente de la CNTC.

El segundo factor no es tan comentado, pero igual de relevante. Guste o no, la realidad del sector del transporte de mercancías por carretera en España es que está sobredimensionado, en todos los sentidos. Desde un punto de vista más general, porque tiene un peso desproporcionado en relación con otras opciones del transporte de mercancías, como el ferrocarril, lo cual supone costes agregados e ineficiencias muy elevadas para el conjunto de la economía; es decir, para todos los hogares, empresas y administraciones públicas.

Una de las razones que pueden explicar que esta situación de paro y huelga hayan ocurrido, es que los sucesivos gobiernos han sido incapaces de enfrentarse con realismo al sector para evitar el peligro político que siempre lleva consigo su paralización, pues afecta a toda la economía.

Los cinco debates tabú que la geopolítica obliga a retomar

Va a cumplirse un mes desde que Rusia invadiese Ucrania, allá por el 24 de febrero, y la situación cambia diariamente. Un día nos acostamos con la noticia de que se habilitan corredores humanitarios que dan esperanza para un fin cercano y, sin embargo, amanecemos con nuevas imágenes de ataques a civiles

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Esta situación provoca una cierta sensación de ‘déjà vu’ histórico, recordando al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Preocupa, y mucho, la posibilidad de un nuevo conflicto a nivel mundial y especialmente a los europeos, ya que el campo de batalla presumiblemente sería Europa. Ha estallado la situación tras 8 años en cierta calma tras el conflicto por Crimea.

Ni las crisis económicas de los últimos años, ni tan siquiera la pandemia, han provocado un movimiento de fondo tan importante en términos geopolíticos como el ataque ruso a Ucrania. Especialmente, en las últimas semanas están resurgiendo viejos debates que hasta hace unos pocos meses eran tabú, pero que ahora se hacen ineludibles para ofrecer respuestas a una situación potencialmente más compleja que la actual.

Podemos enumerar cinco debates esenciales: 1) el gasto militar; 2) la energía nuclear; 3) el nuevo orden mundial; 4) la intervención sobre medios y redes de desinformación y 5) la estanflación.

El gasto militar 

El envío de armamento para ayudar a la resistencia ucraniana y el aumento del gasto en defensa como miembros de la OTAN, obliga a los miembros de la Unión Europa a repensar sus estrategias militares y, muy especialmente, a cumplir sus obligaciones de inversión en torno al 2% del PIB. La subrogación de la política de defensa a Estados Unidos supone una vulnerabilidad enorme sobre la que Putin está construyendo sus ataques.

El debate está en la calle y en las instituciones; sólo Podemos y los aliados extremos se han opuesto rotundamente, mientras que los grandes partidos (PSOE y PP, aunque con dudas al inicio) han apelado a la responsabilidad y la defensa de Europa siguiendo el discurso del Alto Representante para la Política Exterior europea, Josep Borrell. 

Partiendo de la base de que la inmensa mayoría de la población quiere evitar una guerra, debemos estar preparados para poder actuar de forma temprana si ésta ocurre y, con ello, evitar que en un futuro se pueda replicar lo que está ocurriendo en Ucrania. 

La energía nuclear

Este alza en los precios energéticos, que son los que han crecido con mayor fuerza y los que más problemas generan para el bolsillo del ciudadano, suscitan la recapacitación acerca de la dependencia energética de terceros países que son enemigos geopolíticos (como es el caso de Rusia), reactivando las olvidadas centrales nucleares. 

Una decisión controvertida, ante la que los Estados europeos se encuentran divididos. Aunque las últimas decisiones de la Comisión Europea reposicionan a la energía nuclear como una fuente más de energía de transición hacia el 100% renovable, no supone que todos los Estados deban construir este tipo de infraestructuras, pero sí establece las bases para que los inversores canalicen recursos financieros para alargar la vida útil de las actuales centrales, se siga investigando la energía atómica para uso energético e incluso como en Francia y Reino Unido, se puedan construir nuevos mini reactores. 

El nuevo orden mundial 

Esta guerra, se puede intuir como una demostración del poder ruso frente la atenta mirada de unos EE.UU que están esperando a que ocurra algo más para entrar directamente. Todo esto es cierto, pero no nos olvidemos de que mientras todo esto ocurre, China sigue construyendo su riqueza y su posición de dominador del nuevo orden mundial, por el que compite con los americanos, gracias a la ‘distracción’ que provoca el conflicto para la sociedad occidental. 

Podríamos decir que Vladimir Putin está dispuesto a sacrificar vidas rusas, y de todo aquel que se ponga por delante, para asegurarse un cambio de paradigma que le beneficie como gran aliado de China en el panorama político actual. Y el presidente ruso sabe que esta guerra puede cambiarlo, como lo hizo la II Guerra Mundial o la caída del muro de Berlín.  

Lo esperado por los agentes económicos internacionales es que esta guerra cause grandes daños estructurales a la economía mundial y, como comentamos, afecte al paradigma del nuevo orden mundial gracias al clima de gran incertidumbre en Europa.  

La desinformación y los límites de la libertad de expresión

Desde el inicio de la invasión rusa en territorio ucraniano, la sociedad ha sufrido un bombardeo de información desmesurada tanto por los canales de información oficiales como por redes sociales. Como en cualquier tema que se encuentre sobre la palestra de la actualidad, la información que llega a la sociedad puede haber sido manipulada, sobre todo a través de redes sociales, donde el escudo de la libertad de expresión protege a todo aquel que pretenda desinformar. 

Los medios se han convertido en un agente desinformador más, un arma de guerra empleado para confundir y educar a tu audiencia con las (des)informaciones vertidas desde estas. El ejemplo de Russia Today es, probablemente, el más gráfico de todos con su papel en la guerra. La propaganda se convierte en el pan de cada día y provoca que en Rusia mucha gente no se crea nada de lo que verdaderamente está ocurriendo. 

La sociedad no ha querido afrontar la importancia de poner límites a la información, sobre todo cuando es demostrable su falsedad. El papel de los motores de búsqueda y las redes sociales debe ser el de gestor y no el de censor. Es necesario el surgimiento de más medios consolidados y con prestigio que ejerzan la posición de contrapeso de la desinformación, además de un más que inevitable papel de las autoridades públicas por razones de seguridad nacional. 

La estanflación

En poco menos de un mes de invasión, Europa ya ha notado grandes cambios en su economía, la subida descontrolada de los precios de los bienes de consumo y los efectos del conflicto en la factura eléctrica y de carburantes.

Este contexto ha provocado que actualmente vivamos un solapamiento de la inflación y el PIB con la subida del precio de la energía. Eso nos lleva a una estanflación; es decir a un estancamiento con inflación, con otro valor añadido, un volumen descomunal de la deuda pública. 

El shock actual que vive la economía pide medidas para combatirlo y la sociedad demanda que sus líderes se coloquen a la altura de sus cargos para proteger el poder económico de su ciudadanía. 

Ucrania somos todos los que somos libres

Señor Putin, no sé la edad que tiene usted, ni su sueño de eternizarse…

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Lo que sí sé es que nació desnudo, como todos; que lloró cuando tenía hambre; que tuvo la suerte que muchos, muchísimos compatriotas suyos no tuvieron; que ha ido ascendiendo, como muchos políticos, pisando cabezas… defenestrando libertades de otros…; pero que también es sensible… se enamora… tiene unos niños que sueñan con usted, su padre…; que se va haciendo mayor con indiferencia humana, ¡qué pena!; que morirá, como todos, pero usted lo hará con la rabia impotente de todo hombre sin esperanza…

Veo la televisión… leo las noticias… contemplo el tablero de ajedrez en que se ha convertido el mundo… 

¡Señor, Creador!… ¡Dioses de Esperanza!… ¡Espíritus protectores!… ¡¡haced algo!

Alguien mató al ruiseñor… la ilusión de la vida…

¿Por qué, señor Putin?

Desde la soledad de mi pequeña casa, lloro impotente… 

¿Qué sociedad hemos creado, capaz de pisar la vida?

¿Qué Europa hemos formado, incapaz de decir basta ya?

Los vetos o abstenciones suenan a egoísmo cobarde.

Señor PUTIN, desde su salón imperial, copia del fantasioso mundo de los idólatras, no olvide que todos cayeron… todos son ya polvo… la venganza de la vida les regaló la muerte en la soledad insensible y sin esperanza.

¡Que el mundo responda!

Dejemos un poco o un mucho de nuestra libertad y regalemos vida a los que, sin pedirlo, pisan, desprecian e ignoran.

Ángel Alonso Pachón