
A partir del 1 de julio España ocupará la presidencia del Consejo de la Unión Europa. Una presidencia rotatoria entre los países de la UE y que durará hasta el 31 de diciembre. Durante un semestre, el Estado de turno preside las sesiones en todos los niveles del Consejo, contribuyendo a garantizar la continuidad del trabajo de la UE en esa institución.
FUENTE: EFE
Los Estados miembros que ejercen la Presidencia colaboran estrechamente en grupos de tres, denominados «Tríos». Este sistema fue instaurado por el Tratado de Lisboa en 2009. El Trío fija los objetivos a largo plazo y elabora un programa común con los temas y principales asuntos que abordará el Consejo en un periodo de dieciocho meses. Con arreglo a este programa, cada uno de los tres países elabora su programa semestral con mayor detalle.
Por el momento el Gobierno todavía no ha presentado sus objetivos, de los que se conocen someramente sus tres ejes principales: autonomía estratégica, estrechar las relaciones entre Europa y Latam e implantar una agenda social europea. Es una oportunidad que debería valer para mostrar de lo que España, como país, puede ser capaz.
Es momento de combinar el ejercicio neutral de la presidencia de turno con la búsqueda de consensos que vayan bien a las prioridades nacionales. Sin pasarse, pero suele haber margen para elevar propuestas, aunque en la última ocasión España se quedó con las ganas, porque lo peor de la crisis iniciada en 2008 estaba arrasando y había apuestas comunes que anteponer.
Los expertos del Real Instituto Elcano coinciden con los ejes que el ministro Albares presentó hace meses, y añaden que el gran reto del año que acabamos de estrenar es el de mantener la unidad y coherencia, que serán puestas a prueba por la crisis energética, la inflación y otros precios a pagar por confrontar al agresor en el conflicto de Ucrania, o sea, a Rusia, que se ha convertido en un rival estratégico.
La guerra ha alterado la arquitectura general de la relación entre la UE y el resto del continente, pero los Veintisiete, a través de las sanciones a Moscú y las ayudas a Kiev, han mostrado una contundencia que no podía darse por descontada cuando comenzaron los ataques. Además, se ha abierto la puerta al proceso de entrada de Ucrania en la UE, aunque es lento y, desde luego, no culminará en el semestre español.
Sí que ha reactivado otros debates, como la apertura mayor a los Balcanes occidentales o la creación de la Comunidad Política Europea, que parecía un invento temporal de Francia pero tiene visos de consolidarse como un órgano funcional para insertar en la cooperación política continental a potencias regionales alejadas de Bruselas, de Reino Unido a Turquía.
En España habrá un debate importante sobre el futuro de Europa y una mayor integración. Hay países que la quieren acelerar y países que no la ven, “reacios al cambio”. Como Ucrania también ha puesto sobre el tapete, se puede lograr la unidad, pero con esfuerzo, porque cada cual tiene sus intereses. Hace falta una intensa labor de acercamiento en los meses por venir, cuando además viene el final del actual ciclo político, hay las elecciones europeas en primavera y también algunas nacionales de peso, como las de Grecia (junio) y Polonia (noviembre), más la propia España.
Hay cosas concretas alcanzables, destaca Elcano: el deseo de llegar a un acuerdo sobre la reforma de las reglas fiscales antes de que acabe 2023, ya que en 2024 se desactivaría la cláusula general de escape, el reparto completo de los fondos Next Generation, que tienen que estar disponibles, todos, para diciembre de este año, y avances en la Ley Europea de Chips o la de Materias Primas Fundamentales. Solo queda que Sánchez esté a la altura de este cometido.
De los 3 objetivos señalados, la mejor manera de conseguir el 3º, que yo cambiaria, es la racionalización de las organizaciones de gobernanza, a nivel EU y emanar normas para que alcance el nivel nacional, como ya hay tantas otras. De forma que se vayan despolitizando y reduciendo las estructuras, y por ende el enorme gasto que soportamos los ciudadanos. No es razonable, ni económicamente sostenible el aumento constante de estas y el gasto asociado. Ninguna empresa sería lo soportaría. Una buena auditoría lo puede demostrar. BASTA YA.