Los cinco debates tabú que la geopolítica obliga a retomar

Va a cumplirse un mes desde que Rusia invadiese Ucrania, allá por el 24 de febrero, y la situación cambia diariamente. Un día nos acostamos con la noticia de que se habilitan corredores humanitarios que dan esperanza para un fin cercano y, sin embargo, amanecemos con nuevas imágenes de ataques a civiles

FUENTE: QUINO

Esta situación provoca una cierta sensación de ‘déjà vu’ histórico, recordando al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Preocupa, y mucho, la posibilidad de un nuevo conflicto a nivel mundial y especialmente a los europeos, ya que el campo de batalla presumiblemente sería Europa. Ha estallado la situación tras 8 años en cierta calma tras el conflicto por Crimea.

Ni las crisis económicas de los últimos años, ni tan siquiera la pandemia, han provocado un movimiento de fondo tan importante en términos geopolíticos como el ataque ruso a Ucrania. Especialmente, en las últimas semanas están resurgiendo viejos debates que hasta hace unos pocos meses eran tabú, pero que ahora se hacen ineludibles para ofrecer respuestas a una situación potencialmente más compleja que la actual.

Podemos enumerar cinco debates esenciales: 1) el gasto militar; 2) la energía nuclear; 3) el nuevo orden mundial; 4) la intervención sobre medios y redes de desinformación y 5) la estanflación.

El gasto militar 

El envío de armamento para ayudar a la resistencia ucraniana y el aumento del gasto en defensa como miembros de la OTAN, obliga a los miembros de la Unión Europa a repensar sus estrategias militares y, muy especialmente, a cumplir sus obligaciones de inversión en torno al 2% del PIB. La subrogación de la política de defensa a Estados Unidos supone una vulnerabilidad enorme sobre la que Putin está construyendo sus ataques.

El debate está en la calle y en las instituciones; sólo Podemos y los aliados extremos se han opuesto rotundamente, mientras que los grandes partidos (PSOE y PP, aunque con dudas al inicio) han apelado a la responsabilidad y la defensa de Europa siguiendo el discurso del Alto Representante para la Política Exterior europea, Josep Borrell. 

Partiendo de la base de que la inmensa mayoría de la población quiere evitar una guerra, debemos estar preparados para poder actuar de forma temprana si ésta ocurre y, con ello, evitar que en un futuro se pueda replicar lo que está ocurriendo en Ucrania. 

La energía nuclear

Este alza en los precios energéticos, que son los que han crecido con mayor fuerza y los que más problemas generan para el bolsillo del ciudadano, suscitan la recapacitación acerca de la dependencia energética de terceros países que son enemigos geopolíticos (como es el caso de Rusia), reactivando las olvidadas centrales nucleares. 

Una decisión controvertida, ante la que los Estados europeos se encuentran divididos. Aunque las últimas decisiones de la Comisión Europea reposicionan a la energía nuclear como una fuente más de energía de transición hacia el 100% renovable, no supone que todos los Estados deban construir este tipo de infraestructuras, pero sí establece las bases para que los inversores canalicen recursos financieros para alargar la vida útil de las actuales centrales, se siga investigando la energía atómica para uso energético e incluso como en Francia y Reino Unido, se puedan construir nuevos mini reactores. 

El nuevo orden mundial 

Esta guerra, se puede intuir como una demostración del poder ruso frente la atenta mirada de unos EE.UU que están esperando a que ocurra algo más para entrar directamente. Todo esto es cierto, pero no nos olvidemos de que mientras todo esto ocurre, China sigue construyendo su riqueza y su posición de dominador del nuevo orden mundial, por el que compite con los americanos, gracias a la ‘distracción’ que provoca el conflicto para la sociedad occidental. 

Podríamos decir que Vladimir Putin está dispuesto a sacrificar vidas rusas, y de todo aquel que se ponga por delante, para asegurarse un cambio de paradigma que le beneficie como gran aliado de China en el panorama político actual. Y el presidente ruso sabe que esta guerra puede cambiarlo, como lo hizo la II Guerra Mundial o la caída del muro de Berlín.  

Lo esperado por los agentes económicos internacionales es que esta guerra cause grandes daños estructurales a la economía mundial y, como comentamos, afecte al paradigma del nuevo orden mundial gracias al clima de gran incertidumbre en Europa.  

La desinformación y los límites de la libertad de expresión

Desde el inicio de la invasión rusa en territorio ucraniano, la sociedad ha sufrido un bombardeo de información desmesurada tanto por los canales de información oficiales como por redes sociales. Como en cualquier tema que se encuentre sobre la palestra de la actualidad, la información que llega a la sociedad puede haber sido manipulada, sobre todo a través de redes sociales, donde el escudo de la libertad de expresión protege a todo aquel que pretenda desinformar. 

Los medios se han convertido en un agente desinformador más, un arma de guerra empleado para confundir y educar a tu audiencia con las (des)informaciones vertidas desde estas. El ejemplo de Russia Today es, probablemente, el más gráfico de todos con su papel en la guerra. La propaganda se convierte en el pan de cada día y provoca que en Rusia mucha gente no se crea nada de lo que verdaderamente está ocurriendo. 

La sociedad no ha querido afrontar la importancia de poner límites a la información, sobre todo cuando es demostrable su falsedad. El papel de los motores de búsqueda y las redes sociales debe ser el de gestor y no el de censor. Es necesario el surgimiento de más medios consolidados y con prestigio que ejerzan la posición de contrapeso de la desinformación, además de un más que inevitable papel de las autoridades públicas por razones de seguridad nacional. 

La estanflación

En poco menos de un mes de invasión, Europa ya ha notado grandes cambios en su economía, la subida descontrolada de los precios de los bienes de consumo y los efectos del conflicto en la factura eléctrica y de carburantes.

Este contexto ha provocado que actualmente vivamos un solapamiento de la inflación y el PIB con la subida del precio de la energía. Eso nos lleva a una estanflación; es decir a un estancamiento con inflación, con otro valor añadido, un volumen descomunal de la deuda pública. 

El shock actual que vive la economía pide medidas para combatirlo y la sociedad demanda que sus líderes se coloquen a la altura de sus cargos para proteger el poder económico de su ciudadanía.