
Como si fuera un padre o una madre hacia sus hijos al echarles una bronca se refirió Josep Borrell a los cuerpos diplomáticos europeos. Fue un discurso correctivo en un momento de incertidumbre con la guerra en Ucrania como telón de fondo. La burocracia de la Unión Europea no está siendo ágil y, por el contrario, está siendo arrogante y lenta, en palabras del propio Borrell.
FUENTE: EFE
Esta reprimenda al más puro estilo paternalista es un tirón de orejas necesario para la política europea. El propio Borrell lo ejemplificó de la forma más clara posible con un simple: “A veces, sabía más de lo que estaba pasando en algún lugar leyendo los periódicos que leyendo sus informes. Los informes llegan a veces demasiado tarde”, cuando la función de los diplomáticos europeos es llegar antes que nadie para informar de la situación en tiempo real de un país.
La guerra de Ucrania es un ejemplo ya que, cuando el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, llama a Borrell para decirle que la invasión estaba a punto de ocurrir, mientras la Unión Europea aún lo negaba. La falta de previsión ante un conflicto enquistado desde la entrada de los rusos en Crimea en 2014, desconociendo cuán efectiva sería la resistencia de los ucranianos o la capacidad de escalada de Putin.
La política europea y su capacidad de ordenar aquello que tienen que hacer sus diplomáticos, tiene una gran responsabilidad en el correcto funcionamiento y desarrollo del continente por lo que el desempeño de su actividad es crucial para poder atacar los problemas antes de que estos sucedan o, al menos, tener un plan de actuación para cuando ocurran. En este tipo de casos no se habla por hablar, y menos cuando se trata de una celebración y el de Borrell haya sido el discurso inaugural.
Europa tiene problemas y la organización debe estar lo más engrasada posible para salir de esta situación. “Este no es un momento en el que os vamos a mandar flores a todos diciéndoles que sois preciosos, trabajáis muy bien y estamos muy contentos, somos una gran familia”, llegó a ironizar en su discurso el exministro socialista de Asuntos Exteriores.
Por muy duro que parezca era algo que el alto comisionado quiso decir. Un tirón de orejas avisado al inicio de su discurso. “No quiero culpar ni avergonzar, pero esto es algo que tengo que decirles”. Crónica de una bronca anunciada.
Pero no se quedó ahí, Borrell fue más allá cuando toco referirse a la intervención de los funcionarios de la UE, cuya “arrogancia es legendaria” en los países pobres de África, América Latina o Asia, estaban enfureciendo a naciones que deberían ser cortejadas como aliadas en lugar de sermoneadas.
“Tratamos de exportar nuestro modelo, pero no pensamos lo suficiente en cómo los demás lo percibirán. Y les dices: ‘Este es un modelo, es el mejor, así que tienes que seguirlo’. Por razones culturales, históricas y económicas, esto ya no se acepta”, dijo Borrell y les espetó: “Recuerden esta frase: Es la identidad, estúpido”.
Esta última frase, es imprescindible ya que cada vez más, algunas identidades están surgiendo y dispuestas a ser reconocidas y aceptadas y no fusionadas dentro del enfoque ‘Occidental’. Europa está perdiendo la empatía y debe poner atención en el resto del mundo. Hay que dejar de pensar que sabemos mejor que es lo que interesa a otros y no nos preocupamos por conocerlo. ¿Cómo se pueden corregir todos estos problemas? ¿Qué deben hacer entonces los embajadores de la UE? El jefe de la diplomacia de la UE lo resume en esta regla de oro: “Tomen más la iniciativa. Prepárense para ser audaces”.