Hoy, sin embargo, no es un día para lamentarnos, es un día para reivindicar los valores de la Transición y, para muchos ciudadanos, los de una izquierda reformista, institucional, nacional, y que mire al futuro.
FUENTE: EFE
Puigdemont dijo que necesitaba hechos comprobables antes de la elección de la mesa del Congreso. Es evidente que sus pretensiones han tenido satisfacción. Pero lo importante es comprobar que hemos aceptado que el árbitro de la política española sea un personaje que oscila entre el carlismo decimonónico y Trump. Es inadmisible que los españoles dependamos de un político independentista fugado para no presentarse ante la justicia española. El PSOE debería saber que en política no se puede hacer todo lo que no es un delito. No se debió modificar la legislatura pasada el Código Penal para satisfacer necesidades parlamentarias, pero es todavía más intolerable que el Gobierno de España se deje secuestrar por un prófugo.
El acuerdo de todos los partidos anticonstitucionales ha funcionado en la mesa del Congreso y funcionará para la investidura de Pedro Sánchez. Pero la cuestión mayor y más grave es ética, dado que se planteó cuando el segundo partido (el PSOE) en las elecciones del 23-J, quiso apurar todas las posibilidades, hasta la de negociar la viabilidad del gobierno de España con una persona que si pisara suelo español sería detenido. Todos los indicios indican que la legislatura que iniciamos ayer, con la elección de la mesa, se situará en la lista de los episodios más bochornosos de nuestra historia moderna.
Todo lo que ha sucedido el día de ayer es lamentable, nos devuelve a la España retrasada, de pandereta, la que el resto de los europeos vieron durante tiempo como una anomalía. Los llamados “progresistas” nos han devuelto al siglo XIX. Dime con quién andas y te diré quién eres, dice el refranero. Los socialistas, siendo el eje de esta alianza, se sitúan con quiénes frecuentemente en nuestra historia frustraron las ilusiones de progreso de los españoles, porque en el siglo XIX fue el carlismo y hoy es un integrismo nacionalista egoísta, xenófobo y antieuropeo.
Lo razonable, lo que permitiría que los españoles durmieran tranquilos sería que los partidos nacionales llegaran a acuerdos, impidiendo unas elecciones anticipadas y evitando la ignominia de depender de un fugado.
Se ha consumado el dislate, han introducido la política española en el “callejón del Gato” de Valle Inclán. Es evidente que la política española está dominada por pícaros, desvergonzados y ahora delincuentes. Han convertido la política en un negocio que es necesario preservar y esto ha sucedido impulsado por un PSOE que no representa la izquierda que necesita España.
La igualdad, la libertad de parte de los ciudadanos españoles, el respeto a la ley y a los usos democráticos, quedan suspendidos en España. La concordia mínima para que una democracia funcione, disuelta. La posibilidad de una política reformista, que haga de España un país capaz de enfrentarse al futuro, abolida.
La avalancha de peticiones de voto por correo está evidenciando multitud de problemas en la gestión del servicio postal en España. Pero una cosa es esto -cuestión de gestión y diligencia en facilitar un derecho fundamental – y otra cosa muy distinta algunas dudas sembradas sobre la manipulación del voto, cosa inaceptable.
FUENTE: El Norte de Castilla
En algunos casos por falta de claridad, en otros por manipulación intencionada, y en otros simplemente por desconocimiento de cómo funciona Correos, lo cierto y verdad es que el protagonismo que ha adquirido esta sociedad estatal no debería haberse producido. Cuando hay Elecciones (y más aún con la importancia de las que se celebran este 23 de julio) lo que menos hay que hacer en un país democrático es poner en duda los procedimientos del voto, ya que siembran dudas sin fundamento en los electores y tiene capacidad de modificar su intención de voto.
Llegados a este punto, es necesario clarificar lo que está sucediendo con el servicio postal. España es un país en el que los meses de julio y agosto se convierten en un problema para la administración pública (pero también para muchas empresas privadas) por la coincidencia en los mismos períodos de la mayor parte de la masa salarial de vacaciones. En este sentido, cubrir puestos vacantes de manera circunstancial o incluso llamar a personas que están de vacaciones para que se puedan incorporar durante unos días, se convierte en algo muy complejo.
Pero si a ello se añade que Correos es una de las empresas más grandes que hay en España y con una estructura especialmente rígida, entonces lo complejo se vuelve en casi imposible. Desde el punto de vista de la gestión de la compañía, sólo queda esperar la movilización de bolsas de trabajo temporal y, junto con ello, intentar aprobar un plan de incentivos que “recompense” las horas extra y los problemas que a los carteros les va suponer el proceso electoral.
Aunque a partir del 23 de julio los procesos electorales vuelvan a celebrarse sin sobresaltos, el nuevo Gobierno deberá abordar la revisión de transferencias presupuestarias como el “servicio postal universal”, de modo que Correos deje de ser una empresa con tanta rigidez, se someta a una disciplina de mercado mayor y contemple compensaciones adicionales del Estado ante problemas como este colapso de las oficinas a la hora de enviar y gestionar el voto por correo. Probablemente, a futuro, el voto por correo continuará creciendo, con lo cual es necesario estar muy preparados e introducir tecnología para hacer eficientes los procesos electorales.
Como si de un juego se tratara, el incumbente (el presidente Sánchez) ha sido hábil a la hora de jugar sus cartas, amoldando el escenario de los debates que se producirán y lanzando un órdago al aspirante (Núñez Feijóo) a sabiendas de que éste va a buscar un desvío que le pueda ser beneficioso.
Los seis debates propuestos por el presidente Sánchez es la pura imagen de la exageración política, instalada en este clima electoral que se dilatará sobremanera en el tiempo. No sólo importa el número de debates propuestos sino su composición. Un debate a dos escenifica la vuelta del bipartidismo, mientras que un debate a cuatro (incluyendo a Vox y al resultado que salga de Podemos y Sumar) profundiza la política de bloques por la que se ha caracterizado la legislatura que está acabando.
Núñez Feijóo parte, a priori, como favorito ante el hartazgo de la sociedad española del Gobierno de coalición. Pero, cuidado, el que más tiene que perder es el líder popular, el cual cuenta actualmente con una probabilidad más alta de ganar las próximas Elecciones. Ante este escenario, el planteamiento de los debates debe hacerse desde dos perspectivas. Por un lado, desde el punto de vista político-estratégico, los candidatos favoritos suelen ser los más reticentes a aceptar estos debates. Es lo que le sucedió al propio Sánchez con Casado en abril de 2019, teniendo que compartir escenario con Iglesias y Rivera, los cuales tuvieron su máxima representación en votos y escaños. Con lo cual, el favorito arriesga una posición que le puede llevar a la derrota.
El ejemplo más claro al respecto de los debates electorales es el Kennedy-Nixon de 1960, que fue el primer debate televisado. Todo el mundo está de acuerdo en que la clave para que John F. Kennedy se alzase como indiscutible ganador en aquel primer enfrentamiento en televisión fue, precisamente, su aspecto. Pero era Nixon quien, antes de este debate, partía como favorito sobre un joven Kennedy.
JFK supo seducir a los espectadores con armas con las que Richard Nixon no contaba. Para empezar, un control sobre sus nervios que le hizo sonar más tranquilo, elocuente y firme en sus afirmaciones. Su oponente, en cambio, no dejaba de sudar, algo que fue perceptible al otro lado de la pantalla, y erró en diversas ocasiones al hablar. Sí, los nervios traicionaron a Nixon.
Por otro lado, más allá del posible resultado de los debates, desde el punto de vista ciudadano tiene sentido un encuentro cara a cara de los dos candidatos con mayores posibilidades de superar una sesión de investidura para que la ciudadanía contraste estilos, argumentos, propuestas y hasta convicción en la defensa de los proyectos.
Pero también lo tiene saber las sintonías o disonancias que los unan o separen de sus potenciales aliados ante un escenario competitivo entre los dos grandes partidos como el que abren las elecciones del 23-J, donde el PP presumiblemente necesitará a Vox y donde el PSOE presumiblemente necesitará a Sumar a su izquierda.
Ahora bien, ¿tienen el suficiente peso los debates electorales como para cambiar la intención del voto? En este caso, y teniendo en cuenta la abstención y los indecisos que hay en España tras las elecciones del 28-M, los debates que se puedan producir pueden provocar que una parte de ese ejército nutrido que es la abstención, del 36% en la regionales y municipales, se decanten, principalmente, por una de las dos opciones mayoritarias, PP y PSOE; Sánchez y Núñez Feijóo. Ambos son los que más tienen que demostrar respecto al otro porque, de esta población indecisa y que se abstuvo en las pasadas elecciones, puede salir la llave del próximo Gobierno de España.
En ningún caso los debates cambian la intención de voto hacia un bloque u otro, teniendo en cuenta la polarización que hay en el espectro político español, más allá de movimientos residuales de extremos a los principales partidos y viceversa.
A parte de otros debates con candidatos de más formaciones, los españoles deben de tener la oportunidad de poder ver un cara a cara entre Núñez Feijóo y Sánchez, donde ambos candidatos intenten convencer al electorado y reducir la abstención, que es un claro efecto de falta de calidad democrática y hartazgo con la política y sus representantes.
La decisión de entrar en una medida tan controvertida en el espectro político como la Ley del ‘sí es sí’, es algo como para darle la importancia que se merece.
Feijóo ha demostrado que el PP puede hacer política de Estado si así lo ve necesario y está dispuesto a tender puentes para evitar la mano de Podemos para culminar una reforma que puede ser beneficiosa para el país. Es responsabilidad de los partidos tomar parte de la democracia y sus decisiones, aunque no formen parte del Gobierno. Porque hacer política es algo más que discutir en las Cortes.
Ahora toca que Sánchez sea valiente y haga lo mismo con su Gobierno. Si Sánchez quiere hacer algo por intentar ganar estas elecciones que olvide a Podemos y a Díaz para buscar otras opciones para seguir al frente del Ejecutivo. Sin olvidar la larga lista de políticas aplicadas y no aplicadas que están ahogando a los españoles y sus empresas.
Que Podemos se revuelva contra la decisión del Gobierno denota la sapiencia de que saben que se les está acabando el cuento, con una Yolanda Díaz dispuesta a llenar su hueco y con la que los socialistas deben intentar distanciarse.
Un acuerdo insólito si analizamos el devenir de esta legislatura. A lo largo de los últimos años se ha repetido con insistencia que en España la política se dirime entre bloques ideológicos permanentemente enfrentados y sin resquicio para hallar puntos en común. La positiva novedad no debería representar una simple excepción. Un pacto entre los dos principales activos que representan el sentir de la mayoría no puede ser motivo de vergüenza sino de esperanza. Hay que ponerle límites a la crispación permanente que se vive. Con la contribución principal de formaciones nacidas a los extremos de socialistas y populares. PSOE y PP están llamados a relevarse en el poder y en asuntos cruciales deberían estar condenados a entenderse.
Después de haber aprobado en su momento la ley con el recelo de varios nombres fuertes de su equipo de Gobierno, como eran Carmen Calvo y Juan Carlos Campo. En ese momento Sánchez se olvidó de la inseguridad jurídica que más tarde provocó, rebajando condenas a criminales sexuales. A día de hoy, 1.000 condenas rebajadas y 100 excarcelaciones a delincuentes sexuales. Un gran descrédito ante la opinión y aunque Podemos se negaba a reformar la ley había que hacerlo. Sánchez debía rectificar y ha podido hacerlo con el apoyo de la segunda lista más votada.
Pero Feijóo también ha ganado políticamente con esta decisión. Después de cerrarse en la renovación del Constitucional, se ha hecho bueno con el PSOE y se ha desmarcado de la extrema derecha. El ajedrez electoral ha comenzado y hay que captar a la gran cantidad de votantes moderados que quieren ejercer un voto útil y centrado en el que ya no entra Ciudadanos. Un perfil de votante muy importante en estas elecciones y para los partidos constitucionalistas.
Con las vistas ya puestas en la primera parada, el 28M, no vamos a entrar con Tezanos y sus encuestas, que hacen contraste (curiosamente) con el resto. Sánchez y Feijóo tienen su primer examen en las urnas y lo mismo para los extremos. Un primer resultado de lo que se respira para las elecciones, sobre todo en las comunidades más pobladas. No es creíble pensar en acuerdos entre los grandes partidos para gobernar un territorio, pero sí, quizás, para facilitar la gobernabilidad sin amigos peligrosos y reducir la influencia de los extremos con las vistas puestas en unas generales que cerrarán el año.Sí, se puede
Después de su reunión con Rusia, su socio más importante en el panorama internacional, España, Alemania, la Comisión Europea, el Consejo Europeo y Francia pasaron por el aro con el mandatario chino sin que ninguno comentase las impresiones de China tras esas reuniones, más bien lo que ellos trasladaron al gigante asiático en sus visitas. China está entrando en las relaciones entre los países de la Unión para su propio beneficio. China busca grietas y parece que las han encontrado con Francia.
Se trata de una ofensiva diplomática en toda regla que subraya la importancia política y económica de China como actor global. En el plano económico, China es el primer interesado en resucitar un acuerdo de inversiones que pactó con Bruselas, tras siete años de negociaciones, en diciembre de 2020, y que en un contexto de guerra comercial con EE UU y reconfiguración económica mundial permite a Europa jugar sus propias bazas, pero siempre ‘confiando’ en China como amigo para sostener las decisiones comerciales estadounidenses.
En este sentido, la visita de Macron ha dado a China lo que necesitaba: alguien que reconociese el poder chino frente al resto del mundo. Una mala jugada por parte del presidente francés hacia un país que quiere a Europa como la quiere EEUU, para jugar un papel de influencia sobre el territorio europeo y en el que los americanos ya tienen cierta ventaja en el espectro político.
Tanto los funcionarios estadounidenses como los chinos saben que la política de Europa hacia Beijing está lejos de ser resuelta. Esa es una oportunidad y un riesgo para ambas partes. En los últimos meses, los funcionarios estadounidenses advirtieron sobre la voluntad de China de enviar armas a Rusia y hablaron sobre los peligros de permitir que las empresas tecnológicas chinas accedan sin restricciones a los mercados europeos, con cierto éxito.
Destaca en este punto la acción de lobbies pro-chinos en cada país, jugando al máximo nivel a la hora de capturar a personas de influencia y relevancia política con los cuales conseguir contratos relevantes en la industria tecnológica y digital. España corre el riesgo de caer en la efectividad de esta estrategia.
Beijing ha decidido que Macron es el nuevo líder europeo, tras la jubilación de Merkel, ante la ‘discreción’ de Scholz y la pasividad de un Sánchez que fue única y exclusivamente a hacerse una foto. Aunque parece que la decisión ha sido tomada porque el francés es el único que ha entrado oficialmente en el juego de China.
Un gesto cuestionable por el hecho de que a Macron parecen no importarle sus amistades bajo la excusa de la “autonomía estratégica”; que está muy bien si es lo que realmente perseguimos, pero que no parece ir por ahí el tiro. Macron espera que Europa se oponga a los esfuerzos de EEUU por restringir el comercio y la inversión con China por motivos de seguridad nacional, volviendo a correr riesgos en lugar de reducirlos. Del mismo modo, Europa seguiría dependiendo de las garantías militares de Estados Unidos hasta que hubiéramos alcanzado su plena autonomía estratégica y fuera capaz de defenderse por sí misma. Y se lavaría las manos en complicados conflictos geopolíticos lejos de sus fronteras, como Taiwán. Algo que todos sabemos que no pasará.
Si ya teníamos problemas con los americanos por nuestra autonomía, no parece una gran idea entrar en este tipo de negociados con China. La autonomía es algo que uno gana y defiende en base a su poder económico y militar, no es un eslogan político. Lo que es impensable por parte de Macron es creer que China está dispuesta a conceder gratuitamente “autonomía” a Europa, con tal de que no se interponga en su disputa con Estados Unidos por el dominio mundial, y que esta va a ser respetada por los chinos.
Abrir el panorama es muy peligroso en el contexto actual y la posición en la que se encuentra Europa es de las peores. Nuestra vulnerabilidad para con los dos principales actores de la película no merece jugarnos tanto en discursos como el del mandatario francés. Europa, a pesar de las complicaciones de estos últimos tiempos no ha cambiado su forma de actuar y un cambio en lo que China pretende, primero nos arrebataría la identidad y segundo nos dejaría desprotegidos ante un futuro neutral y sin aliados.
Este año es un año de urnas a dos tiempos. La primera parada el 28 de mayo con comicios municipales y regionales ya a la vuelta de la esquina.
Este primer acercamiento a la opinión del elector puede ser un buen reflejo de lo que pasará a finales de año para las elecciones generales en las que el actual Ejecutivo intentará revalidar su posición en un panorama político que se mueve hacia una confrontación de bloques resquebrajados y con menor probabilidad de unión que hace un año.
Lo que está claro es que pocos partidos van a poder ejercer su presidencia de autonomía o alcaldía sin la necesidad de terceros, que suelen ser los partidos que ponen en peligro la centralidad de la política española.
A la hora de guiarnos por las encuestas de intención de voto, el optimismo y las expectativas son factores determinantes para emitir nuestra intención. Por ejemplo, si un partido consigue generar un entorno favorable hacia sus posibilidades, se activa el efecto carro ganador, mientras que, si parece que tiene pocas posibilidades, las pocas que tienen acaban por diluirse. Así que la batalla por el relato en mayo será preelectoral, pero también y con más ahínco si cabe, poselectoral. Ni los sondeos, ni los barómetros ostentan la capacidad de anticipar quién ganará en los respectivos feudos, aunque sí permiten tomar el pulso del electorado en un momento determinado.
Tomando los datos de los principales servicios de datos referenciados por los medios de comunicación, las casas encuestadoras apuntan a un retroceso de la izquierda en todo el país. Es el caso de la Comunidad Valenciana, donde el sondeo de Sociométrica para El Español publicado este miércoles muestra una ventaja de Carlos Mazón de casi siete puntos sobre el actual presidente, Ximo Puig. Estas cifras permitirían gobernar al candidato popular en alianza con Vox gracias a la caída de Compromís y Podemos.
La encuesta refleja una intención de voto del 31,6% para el Partido Popular, frente al 18,9% que obtuvo en 2019 y que se traduciría en entre 35 y 37 representantes. En cambio, el barón socialista se quedaría con entre 26 y 27 al hacerse con un 24,9% de apoyos, un punto más que en las últimas elecciones. Vox llegaría al 15,4% y entre 16 y 17 diputados, por encima del 10,4% de hace cuatro años. Por el contrario, Compromis caería a la cuarta posición con un 15,2% de los sufragios, frente al 16,5% de 2019, y se quedaría con 15 representantes. De igual forma, Podemos retrocedería al 6,8% de los votos desde el 8% y contaría con cinco diputados.
Otra encuesta reciente es la de La Razón (NC Report) para Murcia, que deja a López Miras (PP) a tan solo dos escaños de la mayoría absoluta. En Madrid, Isabel Díaz Ayuso revalidaría la victoria de 2021 e, incluso, podría mejorar su resultado con cerca de un 46% de los votos, según los dos sondeos conocidos desde marzo. En la región, Ciudadanos está lejos de lograr el mínimo del 5% para entrar en la Asamblea y Unidas Podemos podría estar también al borde de la desaparición para la próxima legislatura.
Navarra es uno de los territorios que a día de hoy cuentan con más producción demoscópica. Desde marzo, se han publicado hasta cuatro encuestas y en todas ellas UPN figura como la primera fuerza, aunque hay notables diferencias entre los distintos sondeos. En 2019, este partido se presentó en coalición con el PP, bajo la marca de Navarra Suma. La división, según algunos sondeos, les augura un resultado similar o incluso mejor que en los comicios previos. En la izquierda, podría repetirse el pacto actual, pero el partido nacionalista Geroa Bai se sitúa ahora algo por delante del Partido Socialista de Navarra, por lo que el Gobierno podría pasar de manos de Chivite (PSN) a Uxue Barkos (Geroa Bai), de nuevo como en 2015.
En Asturias y Extremadura, los partidos de izquierda siguen sumando mayoría, pero en ambos casos su resultado sería menos favorable que el logrado en 2019. Este patrón de retroceso por parte del bloque de izquierda se observa en todas las regiones de las que hay datos hasta la fecha. No obstante, en muchos casos solo se cuenta con un sondeo disponible, casi siempre el publicado por La Razón. La cercanía a la fecha de las elecciones y la recopilación de nuevos sondeos proporcionarán una visión más completa de los pronósticos demoscópicos.
Sondeos para los principales ayuntamientos
Además de las elecciones autonómicas, el 28-M también se elegirán los alcaldes en los más de 8.000 municipios que conforman el país. También para los principales consistorios hay algunos estudios que pronostican cuál será el resultado de las elecciones. Sin ir más lejos, El Confidencial ha publicado, a finales de marzo, una encuesta según la cual José Luis Martínez-Almeida, actual regidor de Madrid, pasaría de 15 concejales a 24.
Para Barcelona, el sondeo más reciente es el realizado por Metroscopia y del que se hizo eco 20Minutos, también a finales de marzo. El socialista Jaume Collboni sería el candidato más votado, si bien Ada Colau (BComú) y Xavier Trias (Junts) obtendrían porcentajes similares. De cumplirse un escenario similar, con un resultado ajustado, serán claves los pactos para gobernar la Ciudad Condal.
Otra encuesta realizada por Sigma Dos y publicada por El Mundo dibujaba un empate técnico entre PP y PSOE en Sevilla, aunque dejaba a los populares algo por debajo. Esta ventaja permitiría al actual alcalde socialista, Antonio Muñoz, aferrarse al bastón de mando con el apoyo del resto de partidos de izquierda.
La aparición de las democracias representativas, la declaración de derechos del hombre, los movimientos cívicos y el derrocamiento del Antiguo Régimen. La existencia de tribunales de garantías, derechos laborales, el Estado del bienestar tal y como lo conocemos. Todos estos factores reunidos han creado en la actualidad el momento social más seguro y estable de toda la historia de la humanidad.
Ciertamente hay excepciones y no todos los países y sociedades funcionan a la perfección o defienden estas ideas hasta sus últimas consecuencias, pero estos valores ya se han afianzado en gran parte del planeta.
Este sentimiento de seguridad colectiva, política y jurídica, recogida en el pacto social entre las poblaciones y los Estados en sus leyes y constituciones ha creado un clima de orden sin precedentes. Las personas salen a la calle en muchos puntos del planeta sabiendo que si no ocurre nada extraordinario llegarán a casa sanos y salvos esa misma noche. Con conocimiento de lo que les espera ese día, el siguiente, e incluso la próxima semana, existe una capacidad de previsión y organización nunca vistas hasta ahora. Ya sea sobre las finanzas, los tiempos de trabajo o el ocio.
Sumando estos factores a las comodidades propias del Siglo XXI, se ha acuñado una frase muy característica y de uso cada vez más frecuente a lo largo de los últimos años: No es buen momento.
No es buen momento para cambiar de trabajo. No es buen momento para expresarle mis sentimientos a esa persona. No es buen momento para comprar una casa. No es buen momento para tener hijos.
Vivimos en una época en la que los perros han sustituido a los niños en las calles. Los datos demográficos nos tienen inmersos en el comienzo de una crisis en la cual el grueso de la población trabajadora, cada vez más pequeña, no será capaz de soportar el Estado del bienestar garantizado en la forma de pensiones. Los jóvenes parecen comenzar a entender que ellos no tendrán pensión, y suerte habrá si sus padres la acaban percibiendo.
Pero la tendencia sigue sin revertirse. Sumémosla al sentimiento nacional de no querer optar por aquellos trabajos más precarios, los cuales acaban siendo ocupados en muchas ocasiones por inmigrantes que sí tienen los hijos que nosotros no. Si ya nos encontramos en una época delicada en la que ciertos partidos políticos ponen el foco en la inmigración como causa de delincuencia y de la falta de trabajos para los ciudadanos de origen, ¿qué podemos esperar dentro de 15 años cuando la segunda generación de estos inmigrantes se integre y los “locales” se exalten al ver tantos rostros “de color”? Suerte tiene España, que recibe gran parte de su inmigración de Iberoamérica, donde la mayoría de los países comparten con nosotros un idioma común y una cultura judeocristiana.
Y mientras este proceso se hace cada vez más palpable y visible a ojos de todos, incluso de los que optan por una política de ceguera voluntaria, las generaciones jóvenes y no tan jóvenes siguen con la misma cantinela.
¿Cómo voy a tener un hijo si mi carrera profesional está a punto de despegar? ¿Cómo voy a tener un hijo si el precio del alquiler está al alza? ¿Cómo voy a traer al mundo un hijo que será testigo de su destrucción a manos del calentamiento global? Eso sí, las letras del coche se pagan religiosamente, la cerveza corre por litros y el peluquero del caniche es irremplazable.
Habría que preguntarle a nuestros padres si ellos disfrutaron de la baja por paternidad pagada y la garantía de retorno a su entorno laboral cuando decidieron concebirnos. Habría que preguntarles a nuestras madres si ellas tenían alguna garantía de no ser despedidas ipso facto una vez se les comenzara a notar la barriga, y en ese caso, si los juzgados estarían de su lado para garantizar una indemnización acorde. Habría que preguntarles si el Estado o el gobierno les dio algún incentivo excepcional que les hiciera estar más tranquilos a la hora de tomar esa decisión.
En términos históricos estamos en el mejor momento para tener hijos. Uno en la que nuestra seguridad laboral y social está garantizada. En la que el acceso a la sanidad para nosotros y nuestros descendientes está al alcance de todos de forma prácticamente gratuita. En el que la comunicación nunca ha estado más a disposición para garantizar ciertos aspectos organizativos inherentes a la crianza. En el que el cuidado por la integridad física y psicológica de los menores nunca ha estado más en el punto de mira.
Y precisamente por eso “no es buen momento”. ¿Por qué iba a renunciar a mis caprichos? ¿Acaso tener un hijo es tan gratificante o importante para el desarrollo de mi sociedad? ¿Estoy dispuesto a cancelar el viaje a Cancún? Un hedonismo exacerbado muy característico de la sociedad occidental de consumo, con las redes sociales a la cabeza convirtiéndonos en feligreses a nuestros nuevos Dioses, los influencers, y sus vidas de ensueño imposibles de alcanzar.
Los derechos individuales, que no los colectivos, se han convertido en el escudo de muchos a la hora de justificar sus actos; mi derecho a ser feliz. Mi derecho a realizarme como persona. Pero conviene recordar que no hay derechos sin deberes aparejados, y que fue el sacrificio y sufrimiento de muchos anteriores a nosotros el que consiguió alcanzar esta régimen de libertad que vivimos ahora.
La seguridad. La comodidad. La certeza del futuro inmediato. Nos hemos vuelto adictos a ellas. Cualquier decisión que genere un mínimo de estrés, de molestia, qué decir, de nerviosismo, es rápidamente desechada. Todo con tal de no salir de esa burbuja particular que cada individuo ha formado a su alrededor. ¡Y qué a gusto se está en ella! La droga del Siglo XXI.
Y como ocurre generalmente con las drogas, en cuanto se priva al usuario de su chute, éste entra en estado de ansiedad y angustia. Si uno elige por norma el camino fácil y de menor resistencia, llegado el momento en que se topa con la crudeza de la vida real, se sentirá débil, confundido e incapaz de lidiar con la situación, pues no ha desarrollado las herramientas necesarias para afrontarla, mucho menos entenderla. En otra época una situación análoga podría considerarse una pequeña molestia. Ahora se torna en desconcertante e irresoluble. ¿Cómo es si no posible que precisamente la época de la historia en que mayor seguridad y certeza tenemos sea también aquella en que las personas más se suicidan, pasan por más y más ataques de ansiedad y sufren más depresiones? Los psicólogos nunca han estado más solicitados y los desordenes mentales nunca han estado más de moda.
Los momentos y estados de felicidad no son ningún problema. No hay que sufrir por norma ni sufrir todos los días. Pero sería ingenuo pensar que la felicidad es o debe ser un estado de ánimo perpetuo al que uno deba aspirar. La frustración, la ansiedad, el desasosiego y tantos otros no deben convertirse en temas tabú. ¿Estar nervioso o triste significa que algo malo te pasa como persona? ¿Es recomendable huir hacia adelante para evitar unos minutos de malestar? Nos vamos a topar con situaciones incómodas que preferiríamos evitar, pero la vida está llena de ellas. Y cuanto antes sepamos identificarlas y tratarlas, mejor.
Ya sea con la paternidad, con la emancipación de los jóvenes o con asuntos laborales, en muchas ocasiones nos decimos “no es buen momento”. Igual habría que preguntarse ¿y cuándo lo será?
A las puertas de una campaña electoral de las más importantes de los últimos años y con carácter previo a esta semana, defendíamos que no era una buena idea acogerse a la figura constitucional de la moción de censura para hacer discursos contra el Gobierno de coalición. Tras escuchar el discurso del candidato a presidente, del portavoz del partido que la registró y las réplicas de todos los grupos parlamentarios, nos reafirmamos en nuestra conclusión.
Quizá el elemento más valioso de todo el discurso del candidato a presidente, el profesor Tamames, fue su despedida. Hizo un alegato en favor de la concordia constitucional, la necesidad de entendimiento y la obligación de destensar la situación política. En muy pocas ocasiones en los últimos años se ha oído en las Cortes unas palabras tan cargadas de sensatez, más aún viniendo de un protagonista de la Transición.
Fuera de este alegato más que conveniente en el momento en que nos encontramos, el valor político de la moción de censura es tendente a cero. Más allá de algún beneficio particular como la presentación de la vicepresidenta Yolanda Díaz del que será su programa distintivo de su nueva marca o el revulsivo mediático que a Vox le permite la moción, el resultado para la situación política es neutro. No es más que un pequeño paréntesis en las tendencias electorales preexistentes.
Veremos en los próximos días más información proveniente de encuestas de opinión.
Los españoles tienen ahora el mayor salario medio de su historia, unos 1.900 euros mensuales, pero nuestro poder adquisitivo es el menor de los últimos 25 años.
La inflación está engullendo el avance del salario medio, que ha crecido de media un 4,1% en el último año, a la par que el poder adquisitivo se ha reducido en trece comunidades autónomas, con Navarra, Asturias y Castilla-La Mancha a la cabeza. Al cabo del año, el asalariado medio tiene 157 euros menos en su bolsillo de los que tenía en 2020.
La capacidad de compra del salario medio neto en España ha caído un 0,7% en los últimos dos años, cuando hace un año crecía un 0,6%. Los datos, extraídos de un informe de Adecco, comparan las diferencias entre el último trimestre de 2022 con el mismo periodo de 2020, cuando la economía doméstica todavía sufría el impacto de la pandemia.
Estos datos vienen provocados en parte por los efectos que las alzas salariales ocasionan en una economía con tantas debilidades como la nuestra, y en un momento complicado para la economía mundial. El salario mínimo contribuye de igual modo a alimentar una espiral de la cual sus beneficiarios no van a poder disfrutar.
En una situación tan complicada también para las empresas, penalizar su actividad aumentando sus costes puede afectar a los puestos de trabajos de miles de españoles. El Gobierno ha entrado en periodo electoral y alcanzar los máximos votos posibles con medidas como las últimas ejecutadas, populistas para lograr un puñado de votos de las personas que sufrirán las consecuencias de estos cambios en la economía nacional.
Las políticas sociales no se pueden confundir con políticas económicas porque se condena al tejido productivo a una pérdida de competitividad brutal que agravaría los problemas del actual sistema económico.
Llama la atención sobre el hecho de que incluso en comparación con 2020, cuando miles de trabajadores se encontraban en ERTE por el mazazo económico que supuso la pandemia, la capacidad de compra se haya menguado. La inflación ha carcomido hasta tal punto el poder de compra salarial, que el mismo ha caído por debajo de los datos de 2020. Es decir, la inflación tiene un mayor impacto negativo sobre el poder de compra del salario medio que el que tuvo el hecho de que más de tres millones de asalariados cobraran un 30% menos de su salario por estar en ERTE.
Todas las comunidades acumulan seis trimestres consecutivos con incrementos interanuales en el salario medio nominal, que ha marcado récords en todas ellas. Frente a estas subidas generalizadas en los salarios, el poder adquisitivo ha caído en trece comunidades. Solo Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias se libran de los descensos, con la salvedad de que la subida relativa en los archipiélagos viene de pérdidas muy marcadas durante el año anterior, por la incidencia de los ERTE.
No basta sólo con romper los consensos políticos nacidos de la Transición. También rompemos la necesaria solidaridad inter generacional, la relación más básica entre jóvenes y mayores, padres e hijos, abuelos y nietos. El sistema público de pensiones es mucho más que asegurar un nivel de vida razonable para los años posteriores a la jubilación (para eso durante la vida laboral se cotiza a un sistema de seguro donde lo que se cobra es proporcional a lo que se ha pagado). Es dar la estabilidad social necesaria para el intercambio entre generaciones, siempre acumulando un capital físico, económico y social que va acrecentándose conforme pasa el tiempo..
Confundir el sistema público de reparto con una ‘caja de beneficencia’ al más puro estilo de las sociedades pre-industriales, donde es posible extraer recursos productivos sin límite para privilegiar a un grupo social frente al resto, constituye una de las decisiones más irresponsables que se han tomado en los más de 35 años de reformas y retoques que lleva nuestra Seguridad Social. En los próximos 5-10 años se jubilará una parte importante del ‘baby-boom’, entrando con bases de cotización elevadas y, por tanto, subiendo de manera muy notable el gasto en pensiones. A finales de esta década, aproximadamente 1 de cada 3 euros de gasto público se destinará al pago de pensiones.
Éste es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos como sociedad en tiempos de paz. Y lo hacemos en un momento no especialmente propicio dada la ruptura generalizada de puentes ideológicos, lazos personales y tensiones sociales. Una reforma como ésta que sólo se ha pactado con los sindicatos, que sólo persigue una apariencia de cuadratura contable ante la Comisión Europea después de años de déficits por encima de los 20.000 millones de euros anuales y una deuda acumulada de la Seguridad Social de más de 100.000 millones, falla tanto en el fondo como en las formas. Una reforma de la relevancia de ésta requiere del consenso de los dos grandes partidos y de la totalidad de los agentes sociales, incluyendo a los autónomos, otros sindicatos representativos y las patronales.
Se ha vuelto a cometer el mismo error que en la reforma de 2013, cuando el PP usó su mayoría absoluta para imponer su reforma de pensiones sin ni siquiera hacer el esfuerzo de pactar con el PSOE y los agentes sociales. En aquella ocasión, el fondo era bueno, pero las formas fueron pésimas. En esta ocasión, ambas (fondo y formas) son malas. La reforma de las pensiones del Gobierno de coalición es muy sencilla: vamos a sacar más dinero de los trabajadores para dárselo a los pensionistas. Da igual cómo lo queramos llamar. Además, los trabajadores se las verán peor para obtener su pensión en unos 20 o 30 años.
Los tres mosqueteros -Escrivá, Álvarez y Sordo- vuelven a triunfar. Ni más ni menos que la subida del salario mínimo y la segunda parte de la reforma de pensiones. Si bien es cierto que la primera no es una competencia de los agentes sociales, más allá de ser órganos consultivos.
La reforma actual ha sido consensuada ente los dos partidos del gobierno, con los sindicatos y con la Unión Europea (imprescindible para poder recibir los fondos). Pero lo cierto es que a Bruselas no le importa que tengamos más o menos impuestos ni a qué se destinen, sino que no tengamos déficit excesivo.
El sistema es insostenible. no es la primera vez que mostramos los motivos: la pirámide poblacional y las previsiones a futuro demostraban que es imposible que las pensiones del futuro sean tan altas, principalmente porque no va a haber suficientes trabajadores para mantenerlas. Durante las últimas décadas se ha ido reformando para recortarlo y endurecerlo, pero de momento no toquemos los derechos de los actuales pensionistas y démosles el IPC que gastaremos más que nunca. España cada vez incrementa más el peso del estado sobre la economía, pero no ofrece ni más ni mejores servicios, sólo aumenta el número de pensionistas y la generosidad con los mismos.
El ‘destope’ progresivo a todos los salarios, lo que afecta especialmente a los trabajadores con ingresos superiores a 54.000 euros. Anteriormente había un mínimo y un máximo, al igual que en las pensiones, este es el motivo del tope máximo a la cotización. Pero el máximo se va a acabar.
El destope será progresivo en lo que aumente el 1,5% + IPC, aumenta también la pensión máxima que se puede obtener de la seguridad social, pero no al mismo ritmo. Solo este destope de cotizaciones sociales hará que cuando la reforma esté implementada (alrededor del 2050) los trabajadores que cobren entre 60.000 y 80.000 euros, tendrán un tipo marginal (el que se paga cada euro adicional) de más del 60%. ¿Comprendemos el problema y el coste de mantener las pensiones? Es una reforma que penaliza el trabajo y el talento, a parte del efecto que va a generar paralas empresas y que pondrá en peligro puestos de trabajo.
Adicionalmente se aprueba un mecanismo automático para aumentar las subidas de las cotizaciones sociales si la AIREF determina que existe un desequilibro financiero en la seguridad social. Es decir, se subirán las cotizaciones sin que sea necesario que se apruebe en Cortes salvo que haya un acuerdo parlamentario al contrario. Es decir, el sistema actual ha aprobado que se exprimirá a los trabajadores, especialmente los más jóvenes todo lo que sea necesario para pagar las pensiones. Sin que estos tengan garantizado una pensión el día que se jubilen, desapareciendo así la famosa hucha de las pensiones.
Esta reforma se fundamenta sobre abuso hacia jóvenes y trabajadores.