Manifiesto

A la sociedad española ante el desafío constitucional

La democracia en España, como en cualquier país, nunca es irreversible.

La coalición gubernamental, presidida por Pedro Sánchez y apoyada en el Congreso de los Diputados y en el Senado por los grupos parlamentarios independentistas, ha quebrado el proyecto histórico del PSOE comprometido con el cumplimiento de la letra y el espíritu de la Constitución de 1978, expresión genuina del pacto de concordia alcanzado en la transición. No detectamos en la derecha española, energía, propuestas ni discurso adecuados para resolver la actual situación.

Las decisiones de un Gobierno, donde figura coaligada una fuerza política que, fuera de los cauces constitucionales obligados, propugna instaurar un modelo plurinacional de corte confederal, coinciden con la pretensión del secesionismo vasco y catalán de ruptura flagrante de la Constitución. Si estos propósitos prosperaran estaríamos a las puertas de un proceso que acabaría destruyendo la nación política española.

Conforme a esta lógica destructiva se están produciendo iniciativas legislativas que propician una mutación que transgrede la separación de poderes, priva a las Cortes Generales de su primacía democrática, desactiva atribuciones esenciales del Tribunal Constitucional y suprime mayorías cualificadas y quórums en el Consejo General del Poder Judicial, rompiendo el sistema de contrapesos irrenunciables que garantizan la autenticidad democrática de nuestra Carta Magna.

La impunidad otorgada, mediante leyes ‘ad hoc’, a los responsables de los hechos sediciosos en Cataluña en los meses de septiembre y octubre de 2017, desprotege penalmente, además, la integridad de la Constitución y atenta contra el principio de generalidad de las normas jurídicas. Las reformas de las leyes orgánicas del Tribunal Constitucional y del Poder Judicial, mediante una proposición de ley que elude los informes técnicos consultivos, desapoderan de controles técnico-jurídicos al sistema institucional y permiten a la mayoría parlamentaria favorecer un proceso de demolición de la Constitución, así como del bloque de leyes orgánicas que la desarrollan.

La técnica de vaciamiento de los principios y reglas constitucionales es propia de las democracias que, inicialmente liberales, se pervierten para convertirse en regímenes iliberales. Si persistiera esta dinámica gubernamental y legislativa, el espíritu que animó a los constituyentes para crear en 1978 un Estado social y democrático de derecho, tres poderes del Estado, separados y cooperativos, y una monarquía parlamentaria, se vería seriamente erosionado y el país volvería   a las peores épocas de su historia al declararse fallido, otra vez, el intento de consolidar un régimen de libertades, conforme a los esquemas indeclinables de las democracias. 

Nuestro llamamiento es al PSOE para que recupere su proyecto histórico, que le llevó a contribuir a la elaboración y respaldo de la Constitución de 1978, instando a que alcen la voz los muchos socialistas, hoy silentes, que observan alarmados este proceso de deserción de sus compromisos constitucionales; 

nuestro llamamiento es también al Partido Popular y al resto de las fuerzas constitucionalistas que integran la oposición para que cumplan serena y eficazmente sus deberes irrenunciables sin quiebra alguna; 

nuestro llamamiento es a los medios de comunicación, a los prescriptores de opinión, a los intelectuales y académicos para que aporten reflexiones que contribuyan a detener la intencionada inercia destructiva de la Constitución que protagonizan el Gobierno, sus socios y sus aliados;

y nuestro llamamiento es, en definitiva, a la sociedad española en su conjunto para que reaccione cívicamente ante estas políticas gubernamentales y legislativas, con especial invocación a los jóvenes, que serían los más dañados por esta erosión. 

Porque recluirnos en la pasividad o la indiferencia sería incompatible con el ejercicio responsable de la ciudadanía. Quien se margine, sintiéndose ajeno a los actuales acontecimientos, cuando crece en todos los países occidentales -y también en España- un fuerte movimiento que entrega los poderes democráticos a pretendidos líderes y sistemas populistas, acabará descubriendo demasiado tarde que se ha encaminado por el sendero de la servidumbre voluntaria, rechazado por la inmensa mayoría de los españoles tras la dictadura.

Barcelona y Madrid, a quince de enero de 2023.

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Aviso a navegantes

España ya sabe lo que es pactar con la extrema derecha.

La vicepresidencia de la Junta de Castilla y León, en mano de Vox, gasta casi 1,2 millones de euros en pagar personal. Sin embargo, la gestión que realizan de las cuentas públicas es de apenas 112.000 euros. Y eso solo es el inicio.

Gallardo carece de funciones operativas, aparte de coordinar relaciones entre la Junta y diversas corporaciones, así como de representar al territorio en ausencia de Mañueco. El líder de la extrema derecha también encabeza a Castilla y León en el Comité Europeo de las Regiones, en Bruselas. El político acudió al encuentro del pasado octubre para exhibir un discurso negacionista hablando de “catastrofismo climático” e “ingeniería social verde”, y defendió las “fronteras seguras” y las “familias fuertes” ante sus homólogos europeos. 

 Ahora la extrema derecha cambia el discurso y se piden como si gobernasen en solitario, con aires de grandeza y, por lo visto, desconociendo las medidas que proponen. La gravedad del caso tiene dos caras: frivolizar sobre un asunto emocional y psicológicamente tan decisivo como interrumpir un embarazo es la primera y más evidente. Pero la otra cara tóxica refleja la presión que las posiciones más radicales y extemporáneas de Vox tiene en el partido mayoritario de la derecha española, cuando ya hace tiempo que dejó de hacer bandera política del rechazo al aborto.  

El Partido Popular debe actuar y escapar de las trampas del iliberalismo de la extrema derecha. No debe caer en los mismos problemas que tiene el Gobierno central, cautivo por conveniencias por su socio minoritario. En este último caso han querido saltar y entrar en competencias que no son suyas, como es el caso de la Sanidad de la región. El Partido Popular no debe ser rehén de una ultraderecha empeñada en limitar los organismos democráticos, y erosionar el clima político y social de nuestro país.

Hasta el momento, el matrimonio no estaba siendo un cuento de hadas y deben sentarse a tratar el futuro del Ejecutivo regional; aunque el matrimonio se presume abocado al fracaso. Las consecuencias están a la vuelta de la esquina, al menos en Castilla y León, y pueden salir a relucir en los comicios de mayo, si es que la dirección nacional no evita lo contrario. Ahí se podrá comprobar los efectos de un tsunami que ha ido cogiendo fuerza a medida que han pasado los meses. 

Esto nos vale a los españoles a descubrir la agenda ideológica llevada a la práctica de un partido que nunca había estado en un Gobierno. El PP debe desligarse de esta opción que circula por las mentes electorales ante un panorama tan plural como el español. Este panorama, que nos pone en peligro a todos, debe concienciarnos y ver la realidad en esta gestión.

Ahora Vox amenaza con dejar el Gobierno, sin darse cuenta que les dejan la mayor de las facilidades al PP a evitar un Gobierno supeditado a estas políticas. Lo que ha hecho el vicepresidente es buscar un conflicto interno del gobierno en un asunto que ni siquiera tiene competencias. Ahora el PSOE se ha abierto a permitir que los populares gobiernen en solitario en la comunidad si rompen el pacto con la derecha iliberal, puede ser una oportunidad siempre y cuando el PSOE sea un partido de oposición y favorezca el diálogo en la región.

El PP debe evitar la inestabilidad que transmite su gobierno y la prueba con Vox es suficiente como para pararla. 

Adiós, don Nicolás

Lo amargo de los obituarios es la despedida del que se va. A pesar de que lo haya logrado trascienda por encima de uno, el dolor de la familia y de la democracia. 

Un hombre que lucho por la España que ahora tenemos y que sería un rara avis a día de hoy en la izquierda tal y como se encuentra en la actualidad. Una figura clave en la Transición y de la lucha sindical de los años 80.

El histórico líder de la UGT, Nicolás Redondo Urbieta, falleció el 4 de enero de 2023 a los 95 años dejando un gran legado a sus espaldas.

«Un imprescindible del sindicalismo en España durante la dictadura, la transición y la democracia», un «sindicalista extraordinario al que este país le estará siempre agradecido», un «luchador por los trabajadores y por las libertades, contra Franco o también contra ETA». Elogios como éstos se acumulan para despedirse de Nicolás Redondo, una de las figuras sin las que no podemos entender la historia del sindicalismo ni del movimiento obrero en España.

Nicolás Redondo siempre trabajo en lucha por las libertades y la democracia. Como su hijo Nicolás Redondo Terreros, el histórico líder de UGT no dudó en significarse contra la cruz gamada que ETA y el régimen nazifascista de Arzallus había impuesto en su propia tierra.

Como tantos y tantos luchadores comunistas, socialistas, anarquistas o sindicalistas, el de Barakaldo formó parte de la Rebelión Democrática, apoyando a organizaciones como Foro de Ermua o Basta Ya, significándose públicamente en una época en la que eso significaba poner tu cabeza en una diana. Firmando manifestos como “No es Cierto” o “Sí, tenemos que decidir”, contra el terror fascista de ETA y las imposiciones etnicistas del Plan Ibarretxe. El 9 de julio de 1980 dejó una frase para la historia: “Hay que luchar contra ETA como se luchó contra el franquismo” y ahora nos hemos olvidado de quien es ETA.

Nicolás era un hombre fiel a sí mismo, nunca traicionó su ideario socialista. Decidió abandonar su escaño parlamentario al verse obligado a convocar una exitosa huelga general contra la política económica del gobierno de Felipe González. En el congreso de Suresnes a Redondo le ofrecieron ocupar la secretaría general del PSOE, pero declinó en favor de Isidoro, el joven abogado laboralista sevillano con mucho gracejo y un piquito de oro. Esa brillante oratoria y las circunstancias del momento cosecharían una brillante victoria electoral en octubre de 1982, gracias al tándem que Felipe formaba con Alfonso Guerra. Esa noche Redondo debió pensar que su renuncia fue muy certera.

Sin embargo, no tardaría mucho en verse decepcionado con el gobierno afín a su sindicato. Felipe se sabía imprescindible para concatenar las victorias electorales y el partido tenía que seguirle a cualquier precio, incluyendo una escisión interna entre felipistas y guerristas, pero su crédito político empezó a declinar al confrontaste con una impactante huelga general. Los obreros decidieron secundar mayoritariamente la convocatoria sindical. El 14D casi provocó la dimisión del presidente socialista, pero lo que se produjo fue la ruptura con su propia fuerza sindical. Para no tener que votar los presupuestos generales Redondo había dejado su escaño antes de convocar, junto a Comisiones Obreras, la histórica huelga general de 1988.

Que la tierra sea leve para los que como Nicolás Redondo han dejado toda una vida de lucha por los trabajadores y por las libertades.

El discurso

Cortita y al pie. Felipe VI aprovechó el clásico espacio para su discurso navideño para lanzar un mensaje masticado y claro para todos. 

Unos minutos en los que los españoles que se quedaron frente al televisor pudieron disfrutar de un producto muy intencionado que arrancó con alusiones a la guerra de Ucrania y sus efectos sobre los más vulnerables en nuestro país, poniéndose en la piel de los que peor lo están pasando frente a esta situación y pidiendo a los gobernantes más trabajo para frenar la permeabilidad del conflicto en nuestra sociedad, que está calando debido a la debilidad de la toma de decisiones.

Hemos perdido un valor que tanto costó forjar y tanto aportó durante la Transición. Me refiero al consenso que ha sido sustituido por una confrontación que va más allá de la lógica disputa entre partidos. La tarea parlamentaria se ha tornado tan bronca que el Diario de Sesiones del Congreso está plagado de expresiones de corte tabernario. La responsabilidad está repartida pero la estrategia de la provocación que con tanto éxito inicial introdujeron en el hemiciclo los portavoces de algunos de los grupos minoritarios -de Gabriel Rufián al Pablo Iglesias de sus primeros tiempos- ha permeado hacia otros partidos. Los diputados se faltan al respeto y no siempre la presidencia de la Cámara acierta a reconducir los debates.

De esta forma entraba en terreno pantanoso, las instituciones. Un tema evidente en el panorama político en el que no creíamos que fuese a entrar, pero esta incamuflable situación afecta a nuestra convivencia como país y él, como jefe de Estado, tuvo que entrar. Felipe VI enumeró de forma explícita tres amenazas: “La división de la sociedad”, “el deterioro de la convivencia” y la “erosión de las instituciones”. La apelación al “espíritu” y los principios que vieron nacer hace ya casi 45 años la Constitución de 1978 que no deben “debilitarse ni caer en el olvido” porque “son un valor único en nuestra historia constitucional y política” no revestía halo alguno de nostalgia sino de ejemplaridad práctica y cotidiana.  

Ignorar los riesgos contra la democracia hoy puede tener consecuencias impredecibles. El escenario internacional pero también el nacional explican la convicción europeísta del Rey, que pidió el mayor compromiso de todos con la democracia y con Europa. No sonó como frase hecha o rutinaria, sino como aviso sobre asechanzas que pueden desequilibrar la estructura institucional de la democracia y arruinar lo que la mayoría probablemente siente como sustrato deseable o, según el Rey, “la serenidad, la paz, la tranquilidad” que tanto contrastan con la agitación política que estamos viviendo.

Que no todos sus actores hayan estado a la altura no significa que en el país que dibujó el Rey no sigan cabiendo todos desde el respeto a la dignidad de las personas, sean cuales sean sus convicciones. La defensa de la voluntad integradora, frente a la pulsión excluyente, pasa por lo que Felipe VI llamó “el lugar donde los españoles nos reconocemos y donde nos aceptamos los unos a los otros, a pesar de nuestras diferencias”.

Sin duda, tanto en el fondo como en la forma, de los mejores discursos nunca pronunciados por el Rey, un discurso que, además, le posiciona una como el más serio responsable público de su generación y sin duda el que mejor está realizando la función que la constitución le ha encomendado.  

Un año tumultuoso en lo institucional, que da paso a un año decisivo

Los últimos días de 2022 han servido para pacificar mínimamente una situación política muy peligrosa que sólo tuvo como freno la intervención del Tribunal Constitucional paralizando la reforma unilateral y contraria a la Carta Magna del mecanismo de nombramiento de los magistrados del Alto Tribunal.

En menos de una semana, el poder moderador del Jefe del Estado a través de su discurso de Nochebuena y la sensatez desplegada por el máximo órgano de garantías constitucionales, han contribuido a relajar la elevadísima tensión y empezar a encauzar una situación de deterioro acelerado del rule of law, del imperio de la ley.

Sin embargo, nos haríamos un flaco favor pensando que lo peor ha pasado, que el riesgo de otra espiral de crisis constitucional es reducido y que a partir de este momento los partidos actuarán con más prudencia. Cuando se abre una crisis tan importante y fraguada durante tantos años de intervencionismo de las mayorías políticas de cada legislatura en la regulación, la evolución de los acontecimientos se vuelve totalmente imprevisible. Tenemos encima de la mesa un volumen suficientemente relevante de asuntos sometidos a recurso de inconstitucionalidad (o que lo van a estar en las próximas semanas) como para descuidar el proceso de renovación de los cargos del Constitucional, o en el caso de asuntos de jurisdicción ordinaria, los respectivos Juzgados y Tribunales donde se necesitan recambios urgentes.

No podemos aspirar a crear un sistema institucionalmente perfecto, pero sí debemos hacer lo posible porque se parezca lo más posible. Éste es el objetivo de la política europea desde sus Tratados Fundacionales y una de las ‘batallas’ que da en países cuyo sistema judicial da muestras de parcialidad política. Precisamente por esto fue muy rápido y contundente el comisario europeo de Justicia nada más conocer con cierto detalle lo que se estaba preparando en las Cortes sin la cobertura constitucional adecuada. Bruselas no se puede permitir ningún escándalo proveniente de España, cuarta economía de la Eurozona y a quien se ha confiado el Ejecutivo comunitario como ejemplo de éxito de los programas puestos en marcha durante esta legislatura, empezando por los propios fondos europeos.

Las autoridades europeas seguirán siendo generosas y condescendientes con las decisiones políticas que se tomen en España, a sabiendas de que algunas puedan ser gravemente perjudiciales a medio y largo plazo. Pero hay una línea roja que no permitirán que se cruce que es convertir algún problema nacional en un problema europeo con escándalo y estrépito fuera de las fronteras españolas. Y, sin duda, la politización del sistema judicial lo es.

2023 es, en suma, un año decisivo para consolidar una verdadera reforma de las instituciones del ámbito judicial, o para continuar profundizando en el deterioro que ha llegado demasiado lejos en 2022. Desde el punto de vista ciudadano, nuestra labor debe centrarse en la defensa de los jueces y su debida independencia, pero con una contraprestación: implementar las reformas necesarias que doten de agilidad a los procedimientos y acabar con la lentitud de las resoluciones judiciales.

La semana de la sedición

La credibilidad de Pedro Sánchez y su Gobierno ha sufrido un grave declive en lo que llevamos de legislatura, entre otras cosas, debido a sus concesiones a los independentistas.

La última noticia que ha enfadado a numerosos líderes socialistas tiene que ver con la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición y rebajar el de malversación Ha sido el manchego Emiliano García-Page el primero en alzar la voz de esta forma y de una manera tan pública a Sánchez.

Este tipo de crítica ha sido la gota que ha colmado en un PSOE en silencio desde la llegada de Sánchez Ferraz para liderar el partido, un silencio institucional en el que el líder no dejaba espacio para la crítica hacia sus decisiones. Se ha rodeado de su equipo de Gobierno y se ha olvidado del partido y de su democracia interna. No es el primer mal gesto de García-Page contra las decisiones de Sánchez en el marco de la Constitución. Siempre ha sido el trato hacia Cataluña y los regalos del presidente hacia este territorio dejándose llevar por los independentistas.

El presidente manchego no es la única voz desde dentro del PSOE, hace pocas semanas fue Joaquín Leguina el expulsado por Sánchez del partido. Pero hace falta que en el PSOE se muestre la crítica interna como en todo partido democrático, y más con la tradición de un partido importantísimo en el desarrollo de nuestro país.

Así, barón socialista se suma a los más críticos con la reforma de los delitos de sedición y malversación, al asegurar que no es tolerable pactar con los delincuentes su propia condena, mientras el Gobierno prioriza la búsqueda de soluciones en Cataluña en los que la situación no ha cambiado en el territorio.

Este atropello legislativo permitirá que se produzca una declaración de independencia como la anterior y que esta no sea delito. Por su parte, la enésima contradicción hipócrita de Unidas Podemos, el partido que iba a acabar con las desigualdades y ha terminado por dar tratos de favor a quienes menos lo merecen, aprobaba sin remilgos una reforma que abarata la corrupción.

Por ello es más necesario que nunca que, para que la democracia funcione correctamente, es necesario que exista una crítica interna adecuada en el PSOE hacia el Gobierno de Pedro Sánchez y su falta de liderazgo y abandono respecto al partido. A pesar de que algunos miembros de este consideran que la crítica interna es perjudicial para la unidad del PSOE, es necesario recuperar la moderación y mejorar una toma de decisiones que promueva el debate democrático, al menos dentro del partido. Esto permitiría no sólo identificar errores y corregirlos, sino también dar voz a la distancia existente entre los afiliados y la actual dirección.

La Qatarsis europea

Europa vive sumida en uno de sus momentos más complicados de los últimos años.

Las debilidades de la Unión han salido a relucir con la guerra y ni los países, a priori, más potentes están sabiendo cómo paliar los efectos de una guerra energética y de precios. Por si no fuera poco el contexto, Bruselas se desmorona siendo salpicada por un caso de sobornos con remitente en Qatar. Una de las vicepresidentas del Parlamento Europeo fue la primera en caer por cargos de pertenencia a organización criminal, corrupción y blanqueo de capitales en el marco de la investigación sobre presuntos sobornos de Qatar.

En el actual contexto de crisis de legitimidad y gobernanza global de los organismos multilaterales, las declaraciones, audiencias y/o resoluciones del Parlamento Europeo referentes a cuestiones internacionales, por muy declarativas que sean, han ido adquiriendo un importante impacto en terceros países. Esto ha atraído el interés de numerosas dictaduras, con mucho dinero y pocos escrúpulos, para intentar utilizar el Parlamento y a los y las eurodiputadas para lavar su imagen pública internacional o, al menos, para mitigar cualquier crítica que pudiese salir de la Eurocámara. De esta forma, en los últimos años han florecido numerosos grupos de amistad de eurodiputados con las ricas autocracias de Oriente Medio o con países en el punto de mira por las violaciones de Derechos Humanos como Marruecos, de la que dicen que también estaría implicada en este escándalo.

No es un escándalo menor, sacude la sala de máquinas de Europa, y es una señal del peso que allí pueden tener los grupos de presión, que pueden encontrar en los eurodiputados fieles defensores de sus casos a cambio de prebendas. ¿A nadie le pareció sospechoso que solo días antes de su detención, la vicepresidenta, ahora detenida, cantara desde la tribuna las bondades del régimen catarí? Un espeso manto de opacidad ha cubierto siempre a la Eurocámara, cuyos representantes, recordemos, elegimos los ciudadanos europeos. Falta de transparencia en los gastos y en algunas actividades de los europarlamentarios, falta de supervisión. Hasta ahora solo se habían detectado pequeñas infracciones, pero lo que ya se denomina como el Qatargate es un salto cualitativo, preocupante y peligroso.

El problema es que salta a la vista que apenas ha salido a flote la punta del iceberg de un caso que está provocando a la UE un daño de reputación muy difícil de reparar. Un caso que, en fin, evidencia una realidad demoledora: los representantes de la FIFA no son los únicos que se dejaron corromper por los millones de los emires cataríes.

El escándalo de los sobornos refleja la extensión del poder político de Qatar. Desde hace varios años este emirato ha venido consolidando sus redes en el plano internacional. Europa ha sido el epicentro de sus actividades para blindar este reforzamiento. Pero, debe quedar claro, que este Qatargate apenas comienza y sobre todo, que no es la primera ni será la última, donde este formato de juego geopolítico se use en el escenario internacional.

El proyecto común se ha tambaleado en numerosas ocasiones a lo largo de sus más de siete décadas y siempre ha sabido reponerse, o incluso salir reforzado, como en el caso del ‘Brexit’. Sin embargo, unas instituciones que tan difícil han tenido siempre conectar con los ciudadanos no pueden permitirse que se ciña sobre ellas el inmenso nubarrón de la corrupción, esa mancha tan fácil de extender y difícil de limpiar. Bien lo saben los políticos de nuestro país. Y peor aún es que se extienda fuera de las fronteras europeas la sensación de que el olor del dinero puede quebrantar todos los principios. Europa siempre debería ser lo que casi siempre es: un ejemplo. Debería ser ese espejo alto de casa en el que el niño trata de esforzarse y ponerse de puntillas para poder mirarse en él como hacen los adultos e imaginarse que quiere ser como ellos de mayor.

Volver a la sensatez constitucional: el valor de las formas

Los acontecimientos han llegado demasiado lejos como para que no haya un coste notable a medio y largo plazo para la calidad de nuestra democracia. Es urgente e imprescindible volver a la serenidad y la sensatez que permitan mediante el acuerdo de los dos grandes partidos nacionales, en la sede de la soberanía nacional, restablecer la normalidad democrática interrumpida por buscar solucionar un bloqueo de más de cuatro años de la manera más cuestionable y opaca posible.

FUENTE: EFE

Para ello, es necesario dar la importancia que se merece a la forma y no sólo al fondo. El fin nunca puede justificar los medios, más aún cuando el fin no está claro (solventar el bloqueo de los dos grandes partidos, pero inclinando la balanza hacia el otro lado) y los medios son los peores que se podían usar. No se trata de una discusión técnica de la cual los ciudadanos puedan permanecer al margen. Se trata de unas formas que representan la protección de cada uno de los derechos de los ciudadanos españoles, representados en los diputados que integran las Cámaras. Ni se pueden torcer las formas ni se puede apelar a un supuesto fin superior para cometer un atropello como el que se ha intentado.

No se puede deslegitimar la decisión de un tribunal que decide por mayoría de 6 a 5, cuando el actual Gobierno y sus socios parlamentarios aprueban todas las leyes con una proporción idéntica sobre el total de diputados y senadores (una media del 54%). No se puede pasar por alto la responsabilidad de los presidentes del Congreso y del Senado que en los últimos meses no han hecho ni un sólo movimiento favorable para buscar el pacto entre la mayoría cualificada de los diputados y senadores. No es tolerable que varios líderes políticos hayan pronunciado el mismo discurso de 2017 (actualizado a 2022) de los independentistas catalanes, mostrando su profundo desprecio a la separación de poderes y que como Montesquieu ideó, ningún poder tenga el monopolio, ni siquiera el Parlamento cuando éste legisla al margen de los cauces claramente establecidos en el marco constitucional.

Tampoco puede olvidarse que los actuales gobernantes, en vez de ejercer (lo hacen para lo bueno, pero no para lo malo) su ruling dividend para forzar al principal partido de la oposición a sentarse y negociar una lista de consenso con juristas de prestigio, han preferido profundizar en su mayoría exigua de Legislatura para asegurar un resultado favorable para sus intereses, con independencia de si estos son los mismos que los de la ciudadanía española.

En definitiva, es necesario reencauzar la situación con las formas adecuadas, con las garantías jurídicas oportunas, buscando el bien de la ciudadanía y no el del más inmediato corto plazo electoral y, sobre todo, no volver a legislar ad hominem. Desde este modesto Club de Opinión, pedimos a las Cámaras Legislativas que tomen todas las medidas que el marco constitucional permite para retornar a la serenidad y la sensatez.

Las palancas del cambio y el dilema del prisionero Gobierno-socios parlamentarios

Los acontecimientos de las últimas semanas están causando honda preocupación en amplias capas de la sociedad española, expresándola en una pregunta muy concreta: ¿hasta dónde vamos a llegar? Es evidente que cada día, semana y mes que transcurren surgen nuevas voces que alertan de la situación. Sin embargo, en pocas ocasiones, se va a la raíz política que ayuda a explicar y actuar para evitar un mayor deterioro del sistema del 78

FUENTE: EFE

Ante todo, es necesario hacer un ejercicio de sinceridad. La legislatura se sostiene gracias a una serie de equilibrios inestables conformados por un Gobierno de coalición que cuenta con el menor número de escaños que ha tenido un Ejecutivo en democracia, y sus apoyos parlamentarios caracterizados por ser fuerzas centrífugas abiertamente contrarias al régimen constitucional. Sin embargo, al contrario de la inestabilidad de los apoyos y la ruptura en Podemos, el PSOE ha mostrado solidez interna sólo matizada por algunas declaraciones y opiniones de cargos y figuras significativas que muestran discrepancias tanto en el fondo como en la forma de las políticas actuales.

Esta unidad de acción, compartida por la mayoría de los militantes, cargos públicos y dirigentes, está basada en dos elementos fundamentales y una premisa. Por un lado, se pone por delante la política social y exterior del actual Gobierno sobre las decisiones en materia territorial, judicial o institucional. Y, por otro lado, no perciben la existencia de riesgos relevantes sobre el futuro constitucional y la calidad democrática que se pueden derivar de medidas como los indultos, las reformas de los delitos de sedición y malversación o los nombramientos del poder judicial, entre otros.

Y la premisa es la importancia de que el PSOE es el partido más votado en las últimas dos Elecciones Generales y que su secretario general ostenta actualmente la presidencia del Gobierno. Gracias a este «ruling dividend» trufado de una épica discursiva contraria a la derecha por las características del último mandato del PP entre 2016 y 2018, los militantes y cargos orgánicos socialistas están unidos en torno a ello sin reparar en que su «causa» (su agenda de Gobierno en materia económica, social y exterior) está siendo desplazada del centro político hacia uno de los extremos, empujada por la confluencia de fuerzas nacionalistas, populistas e iliberales.

En consecuencia, existe una diferencia sustancial entre la percepción del simpatizante o cargo del PSOE en torno a las medidas que se están tomando y las consecuencias que con una alta probabilidad se pueden producir. Pero incluso para aquellos que sí pueden ser medianamente conscientes del riesgo que entraña la conservación de los apoyos de legislatura, importa más perder la posición de Gobierno y cederla al PP que los riesgos para el orden constitucional. 

Para salir de esta situación -y antes de que sea demasiado tarde para el Estado de Derecho- hay varias alternativas, pero todas ellas pasan por un cambio de fondo en la percepción que la mayoría de los simpatizantes, militantes y cargos del PSOE tienen de la situación actual. Si esto se produce, la probabilidad de que los actuales dirigentes den marcha atrás y cambien de rumbo es elevada. Una dirección, por mucho «ruling dividend» que tenga, no se puede sostener en el tiempo con un rechazo generalizado de sus acciones. Éste es el trabajo a desarrollar en las próximas semanas y meses desde la base y con la base.

Es poco prudente esperar a que un dirigente actual o histórico tenga los incentivos y la fuerza suficiente para intentar un cambio en la política actual, ya que trabajará en contra no sólo de la dirección, sino que tampoco conseguirá persuadir a unas bases alimentadas con mensajes sencillos y con poca percepción de los riesgos. Y menos aún dejar que la presión del cambio descanse sobre los que se consideran adversarios políticos con herramientas tradicionales como manifestaciones, mociones de censura o confiar en un vuelco electoral significativo en los comicios de mayo. No es el momento de reacciones desairadas ni tactistas que sólo servirán para desincentivar al que hoy cierra filas en torno a su líder. 

Es una tarea muy compleja que requiere del concurso de todos, en un momento en que el Gobierno de coalición, ERC y EH Bildu juegan de manera repetida al «dilema del prisionero». Han aprendido a cooperar, a necesitarse mutuamente. Y eso es letal para la estabilidad democrática de España. Para romper este «dilema del prisionero» no se puede confiar en que los separatistas y herederos del terrorismo cometan algún error que les deje fuera de juego. Históricamente nunca ha sido así: conforme reciben concesiones por parte de los Gobiernos nacionales, sus reivindicaciones aumentan. Hay que actuar, cuanto antes, sobre el partido que durante muchos años ha sido central y que hoy conforme se escora hacia el extremo, dibuja un espacio de orfandad política creciente.

Nuestra visión sobre el nuevo curso político en España

El inicio del curso político 2022-2023 puede analizarse mediante una serie de ‘lugares comunes’ perfectamente descritos en los últimos meses. Dado que la intención de este Club de Opinión no es repetir lo obvio ni enfatizar lo evidente, es necesario buscar las claves de este próximo curso en un ejercicio de análisis más profundo.

FUENTE: EFE

La ventaja de contar con unas bases políticas tan superficiales como las de nuestro tiempo es que no es demasiado difícil ir a las motivaciones últimas de lo que está pasando y seguiremos viendo en los próximos meses con un alto grado de probabilidad.

En términos de estrategia, se trata de construir una coyuntura política y social basada en colocar al Gobierno y sus socios de legislatura como los garantes de una estabilidad precaria bajo la percepción de ser un «escudo protector» hasta diciembre de 2023. De esta manera, aquellas partes de la sociedad con más motivos para rebelarse mostrando su descontento no tengan suficiente fuerza y apoyo para movilizarse, mientras que se amplía el espectro social al que el Gobierno le genera la expectativa de que le está ayudando sin que haya ayuda real alguna.

Lo más importante no es ayudar con medidas eficaces ante los problemas socioeconómicos de los ciudadanos, sino hacerles creer que se les está dando un soporte que en realidad no existepara los que más lo necesitan. No hay más que ver qué ha sucedido con una medida como es el ingreso mínimo vital. Con un balance decepcionante (al cierre de 2021 apenas alcanzó al 40% de los beneficiarios según la AiREF), es un buen ejemplo no sólo del tipo de políticas que se aplican sino también del fin último que se persigue con ello.

Generar de forma permanente expectativas de que el Ejecutivo va a ayudar a quien lo necesite es una buena estrategia para minimizar la crítica hacia la labor de Gobierno, con independencia de su color político y administración (nacional, autonómica o local). Se aplica una máxima eficaz como es ‘no morder la mano del que te da de comer’, aunque en la realidad no te dé. Es la doctrina que se sigue desde el verano de 2020 con los ya archi-conocidos ‘fondos europeos‘. Se sabe que hay alguien que los percibe, pero muy pocos lo han visto de cerca o conocen casos de perceptores cercanos que sirvan para mantener la expectativa de participación en las inversiones millonarias hasta ahora planificadas. No hay más que ver la ejecución a principios de junio, por ejemplo, del que iba a ser el proyecto estrella: el vehículo eléctrico.

Obviamente, este juego de crear expectativas continuamente tiene fecha de caducidad. Pero es la suficiente como para mantener un año más el actual Gobierno, y un año menos para recomponer un tejido productivo profundamente desgastado y con unas perspectivas poco favorables en los próximos meses. Hay algunos indicadores que reflejan los problemas de fondo como las encuestas donde puede verse el cambio de fondo que se está produciendo en la intención de voto a menos de un año de las Elecciones locales y regionales. Sin embargo, no existe un mecanismo suficientemente engrasado que permita acelerar el fin de una legislatura más que agotada.

El Gobierno Sánchez-Díaz tomó hace ya tiempo la decisión inquebrantable de invertir todos los recursos públicos necesarios que les permita sobrevivir sin buscar acuerdos entre los grandes partidos, y que sirva para defenderse y contraatacar ante los escándalos, contradicciones y malas decisiones diarias. Ésta es, en definitiva, la realidad a la que nos enfrentamos en los próximos meses hasta el final de la Legislatura.