
Europa vive sumida en uno de sus momentos más complicados de los últimos años.
Las debilidades de la Unión han salido a relucir con la guerra y ni los países, a priori, más potentes están sabiendo cómo paliar los efectos de una guerra energética y de precios. Por si no fuera poco el contexto, Bruselas se desmorona siendo salpicada por un caso de sobornos con remitente en Qatar. Una de las vicepresidentas del Parlamento Europeo fue la primera en caer por cargos de pertenencia a organización criminal, corrupción y blanqueo de capitales en el marco de la investigación sobre presuntos sobornos de Qatar.
En el actual contexto de crisis de legitimidad y gobernanza global de los organismos multilaterales, las declaraciones, audiencias y/o resoluciones del Parlamento Europeo referentes a cuestiones internacionales, por muy declarativas que sean, han ido adquiriendo un importante impacto en terceros países. Esto ha atraído el interés de numerosas dictaduras, con mucho dinero y pocos escrúpulos, para intentar utilizar el Parlamento y a los y las eurodiputadas para lavar su imagen pública internacional o, al menos, para mitigar cualquier crítica que pudiese salir de la Eurocámara. De esta forma, en los últimos años han florecido numerosos grupos de amistad de eurodiputados con las ricas autocracias de Oriente Medio o con países en el punto de mira por las violaciones de Derechos Humanos como Marruecos, de la que dicen que también estaría implicada en este escándalo.
No es un escándalo menor, sacude la sala de máquinas de Europa, y es una señal del peso que allí pueden tener los grupos de presión, que pueden encontrar en los eurodiputados fieles defensores de sus casos a cambio de prebendas. ¿A nadie le pareció sospechoso que solo días antes de su detención, la vicepresidenta, ahora detenida, cantara desde la tribuna las bondades del régimen catarí? Un espeso manto de opacidad ha cubierto siempre a la Eurocámara, cuyos representantes, recordemos, elegimos los ciudadanos europeos. Falta de transparencia en los gastos y en algunas actividades de los europarlamentarios, falta de supervisión. Hasta ahora solo se habían detectado pequeñas infracciones, pero lo que ya se denomina como el Qatargate es un salto cualitativo, preocupante y peligroso.
El problema es que salta a la vista que apenas ha salido a flote la punta del iceberg de un caso que está provocando a la UE un daño de reputación muy difícil de reparar. Un caso que, en fin, evidencia una realidad demoledora: los representantes de la FIFA no son los únicos que se dejaron corromper por los millones de los emires cataríes.
El escándalo de los sobornos refleja la extensión del poder político de Qatar. Desde hace varios años este emirato ha venido consolidando sus redes en el plano internacional. Europa ha sido el epicentro de sus actividades para blindar este reforzamiento. Pero, debe quedar claro, que este Qatargate apenas comienza y sobre todo, que no es la primera ni será la última, donde este formato de juego geopolítico se use en el escenario internacional.
El proyecto común se ha tambaleado en numerosas ocasiones a lo largo de sus más de siete décadas y siempre ha sabido reponerse, o incluso salir reforzado, como en el caso del ‘Brexit’. Sin embargo, unas instituciones que tan difícil han tenido siempre conectar con los ciudadanos no pueden permitirse que se ciña sobre ellas el inmenso nubarrón de la corrupción, esa mancha tan fácil de extender y difícil de limpiar. Bien lo saben los políticos de nuestro país. Y peor aún es que se extienda fuera de las fronteras europeas la sensación de que el olor del dinero puede quebrantar todos los principios. Europa siempre debería ser lo que casi siempre es: un ejemplo. Debería ser ese espejo alto de casa en el que el niño trata de esforzarse y ponerse de puntillas para poder mirarse en él como hacen los adultos e imaginarse que quiere ser como ellos de mayor.
También es raro que Qatar sea el mayor accionista de IAG (British Airways, Iberia..) ¿Es legal? Creo se debería mirar con detenimiento toda esa operación que nos dejó sin aerolínea de bandera.