¿En qué nos afecta la inestabilidad británica, alemana, francesa…?

El Brexit que se prometía como panacea a todos los males no ha hecho más que agudizar la crisis y dividir la sociedad. También ha engullido a cuatro primeros ministros: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss. El país empieza a parecerse a Italia; un modelo que antes les daba pavor. Muchos ciudadanos y ciudadanas se preguntan a dónde se dirige su país.

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El serio desbarajuste que vive hoy en día la política en el Reino Unido va a tener consecuencias tanto en Escocia como en Irlanda del Norte. Desde ambos territorios se ve al Parlamento de Westminster como un lugar con mucho ruido, que lejos de dar respuestas a estos tiempos de crisis se enfanga en luchas intestinas por el poder. Pero no son solo los ciudadanos de Escocia o de Irlanda del Norte. Todos están hartos, los propios ingleses también lo están.

Olaf Scholz se hunde en las encuestas. Emmanuel Macron está debilitado tras las últimas elecciones legislativas. La derecha gana en Italia con Giorgia Meloni. Liz Truss no ha durado ni un mes y medio. Pedro Sánchez vive elecciones el próximo año. Y desde el inicio de su mandato, a Joe Biden le persigue una profunda falta de popularidad con graves errores de comunicación y estrategia interna. Occidente hace frente a una crisis de liderazgos.

Los ciudadanos de los países más desarrollados sufren las consecuencias de la inestabilidad que asola a Europa con la guerra en Ucrania y el derivado alza de los precios en todo el planeta.

La convulsión en los palacios presidenciales de estos líderes contrasta con la situación en países gobernados por otros abiertamente populistas e iliberales. La guerra en Ucrania ha favorecido al Ejecutivo polaco comandado por el PiS, quien comparte grupo con Vox en la Eurocámara, para mejorar su maltrecha relación con Bruselas. En Hungría, el indomable Víktor Orbán ha declarado el estado de emergencia aumentando sus poderes y haciendo de su oposición a la estrategia europea contra Rusia uno de sus puntos fuertes para ganar apoyo dentro de casa. Y en la lejana Turquía, Recep Tayyip Erdogan está jugando con el veto de Finlandia y Suecia a la OTAN para que estos países extraditen a combatientes kurdos.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, intenta asumir el liderazgo político de la UE, aprovechando la erosión de la influencia de Berlín y París. Von der Leyen se ha mostrado especialmente activa en promover paquetes de duras sanciones contra Rusia, que siguen la agenda de EEUU que no depende de la energía importada como la UE, pero infravaloró el masivo impacto en las empresas y ciudadanos europeos de esas sanciones y las previsibles represalias rusas.

No hay presidentes en los grandes países occidentales que estén capacitados para revertir las situaciones que atraviesan sus naciones. Mientras, la población asiste atónita a este gran circo de inestabilidad los gobiernos iliberales los atraen con sus discursos populistas, muy atractivos en periodos de tensión constante.

Es cierto que hay variables que afectan al contexto y que son incontrolables, y hasta que estas no estén resueltas Occidente no podrá notar fielmente el reflejo de un liderazgo nuevo moderado que obtenga la estabilidad necesaria en su propio país.

70 años de luces y sombras

La pasada semana murió ‘Queen Elizabeth II’ tras 70 años de reinado. La monarca que no estaba destinada a serlo y menos de una manera tan temprana. A los 25 años se convirtió en Reina tras la muerte de su padre, que llegó a la corona tras la abdicación de su hermano, quien cedió el derecho para casarse con una mujer divorciada, algo que era inaceptable para la monarquía inglesa de la época por motivos políticos y religiosos

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Su coronación se produjo en dos años después de la muerte de su padre, en junio de 1953, en medio de un gran periodo de austeridad provocado por la II Guerra Mundial. Desde su llegada a Palacio, Isabel siempre ha actuado como una figura muy institucional y constitucional, trabajando con seriedad sobre su derecho a consultar, aconsejar y advertir, pero sin inmiscuirse más allá. Sabía que era jefa de Estado, pero no de Gobierno.

Buckingham se abrió con el paso de los años hacia una entidad menos formal y cercana a aquella sociedad, destruyendo la mística impenetrable de la realeza pero que logró aumentar el apoyo del país hacia la monarquía. En 1977, el Jubileo de plata fue celebrado con entusiasmo en las calles. El afecto por la monarquía parecía seguro y gran parte de eso se debía a la propia reina. Año tras año, Isabel II siguió cumpliendo con sus deberes, viajando y promoviendo los intereses británicos.

Desde que ascendió al trono, la monarquía de la reina Isabel II cobró la popularidad más alta que se haya visto por más de 70 años. Según un sondeo de Ipsos Mori para Kings’s College de Londres, el 76 % de los británicos se declaró satisfecho con la Corona y solo el 17 % optó por la República.

No todo fue color de rosa

Pero la admiración no es unánime. Para algunos, su muerte ha despertado recuerdos de la historia en ocasiones sangrienta del gobierno colonial: atrocidades contra los pueblos indígenas, el robo de estatuas y artefactos de las naciones de África occidental, oro y diamantes del sur de África e India, esclavitud y opresión.

Mientras muchos lideres de antiguas colonias se deshacen en elegios tras su fallecimiento, otros tantos atacan su papel una vez muerta y por lo que le recriminan no solo no haber reconocido los “crímenes” perpetrados por su familia, sino que “fue una orgullosa abanderada de estas atrocidades”, califican políticos sudafricanos.

Entre las extrañas posesiones de la reina se incluían minas de oro, huevos Fabergé y una cantidad inabarcable de tierras. Como cabeza la Corona, también cuenta con palacios y castillos como el de Balmoral. La reina fue siempre muy reacia a hacer público su patrimonio, una fortuna privada que superaría los 400 millones de euros según las estimaciones y que se dispararía hasta los 14.300 millones si englobamos todo el patrimonio real. Desde 1993, Isabel II quiso sentar precedente y pagar impuestos. Por eso los británicos se llevaron las manos a la cabeza cuando, en los Papeles del Paraíso, aparecieron inversiones millonarias a través de uno de los ducados de la reina en fondos offshore de las Islas Caimán y Bermudas que más tarde no aparecían reflejados en las cuentas anuales.

No todo fue fácil en estos 70 años. Acusaciones de racismo, infidelidades, excesos, fetichismos, divorcios… Isabel II ha tenido que hacer frente a numerosas polémicas durante su mandato, con todo lo que ello conlleva en un mundo en el que tienen prohibido hasta jugar al Monopoly. Sin entrar en amarillismos ni polémicas fuera de lo que fuera exclusivamente su actividad monárquica, la serie ‘The Crown’ refleja todo lo documentado de su vida, con todo lo que ello ha supuesto.

La insostenibilidad de la situación italiana… y europea

Italia se fractura con la falta de apoyo a Mario Draghi y su posterior dimisión como primer ministro italiano. La complicada situación que atraviesa Europa en estos momentos y que hemos ido repasando en las anteriores newsletters (autonomía estratégica, guerra entre Rusia y Ucrania, subida de tipos de interés, así como escándalos que se suceden en diversos países), está afectando de manera asimétrica a cada país, empezando por Italia.

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La marcha de uno de los hombres con más reconocimiento en Europa en materia económica se ha notado con fuerza en los mercados, con una banca que se hunde y una prima de riesgo disparada. El exbanquero ya ha dicho que no repetirá y el país se acerca a nuevas elecciones. Italia tiene una larga tradición de crisis y en otras ocasiones se ha citado la frase de escritor Ennio Flaiano: “La situación política italiana es grave pero no es seria”.

Esta frase cobra más fuerza desde la irrupción del Movimiento 5 Estrellas (M5E) o de la Liga Norte de Matteo Salvini. Desde 2018, estos movimientos populistas han intervenido en los gobiernos italianos con independencia de su ideología en búsqueda del tan ansiado poder, sin pensar en sus actos y en cómo afectan a la economía y a los ciudadanos. Una tragicomedia política.

Los grandes países del viejo continente no están viviendo su mejor momento político en cuanto a gobiernos se refiere. Boris Johnson ha tenido que abandonar su cargo por su desgobierno en Inglaterra, la política del espectáculo y las fiestas covid, que han acabado forzando su salida del 10 de Downing Street.

La gran potencia alemana tampoco se libra de problemas políticos. Alemana es uno de los países más afectados por la crisis energética provocada por Rusia, y el canciller alemán Olaf Scholz se encuentra en la vuelta a las políticas austeras y proteccionistas propias de una gran crisis. La salida de Merkel, una de las grandes figuras de la política europea en lo que llevamos de siglo ha sido un gran varapalo, ya no solo para el país, también para la Unión Europea. Cuando se inició la guerra, muchos apostaban por Merkel para tomar partido en las negociaciones con su ‘amigo’ Putin. Ya que era la única personalidad política europea con la que el líder ruso tenía una gran relación.

En Francia, a pesar de haber ganado las elecciones, Macron ha perdido la mayoría de la Cámara y tendrá muy complicado gobernar y sacar adelante sus medidas electorales. El ascenso de los populismos y extremismos ha puesto en jaque al Elíseo y la ciudadanía francesa, que ya no confía en Macron, se deja engatusar por enemigos de la libertad y la democracia.

En esta situación de crisis política permanente e inestabilidad, España tristemente fue pionera desde el inicio de la actual legislatura. Aunque es improbable que Sánchez convoque elecciones anticipadas a no ser que un gran escándalo o una situación insostenible en el país lo provoque, es evidente la recta final de la legislatura.

Reino Unido no se cobra las acciones de Johnson

Cinco fiestas y tres disculpas después, Boris Johnson se enfrentaba a su primer gran examen con las elecciones locales en Reino Unido con su popularidad muy mermada por los escándalos.

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El pasado fin de semana se produjo el principio de una tendencia que puede llegar a marcar la continuidad del primer ministro británico al frente del país. En estos comicios, por primera vez en más de medio siglo, el partido conservador perdió importantes feudos electorales en los distritos de la capital británica, Londres.

Al ‘PartyGate’ en investigación desde diciembre pasado, se le añade la inflación y la “crisis del coste de la vida”. Entre escándalos y economía, los conservadores perdieron cientos de concejales y decenas de municipios. Tanto Wandsworth, Barnet y Westminster en Londres o Southampton y West Oxfordshire fueron durante mucho tiempo importantes feudos del partido. Este fue un trago venenoso para concejales y militantes. Muchos salieron a pedir la renuncia de Boris Johnson. Uno de los más duros fue John Mallinson, quien perdió su puesto al frente del municipio de Carlisle, en el noroeste de Inglaterra. “Esto muestra que el pueblo ya no confía en que el primer ministro vaya a decir la verdad sobre nada”, dijo Mallinson en relación al ‘Partygate’, las fiestas que tuvieron lugar en 10 Downing Street durante la pandemia.

Los malos datos de Londres no han sido un reflejo del resto de Inglaterra, consiguiendo aguantar mucho más de lo previsto, incluso en las zonas con un tradicional voto de izquierdas, conocido como ‘el muro rojo’, conquistado por el primer ministro en 2019. “Si observas el panorama general, la foto completa de los resultados, nada parece indicar que el laborismo haya capturado la fuerza necesaria para aspirar a formar el próximo Gobierno”, ha defendido el presidente del Partido Conservador, Oliver Dowden, en la BBC. “Tony Blair arañó unos 1.800 representantes municipales en el 95, dos años antes de ganar las generales”, ha apuntado.

Johnson sale vivo de una situación que, en una situación normal, hubiera terminado con él el día que se demostraron las fiestas en su domicilio de Downing Street. No parece haber un partido en Reino Unido que pueda poner en problemas la posición del primer ministro a pesar de sus continúas actuaciones. El primer ministro ha conseguido desviar la atención de los problemas de su país hacia el conflicto en Ucrania, señalando al conflicto como causante de todos lo males de Reino Unido.

Radicalización de Irlanda del Norte

Por otro lado, sorprende la irrupción de Sinn Fein, el brazo político del grupo terrorista IRA, continuando con la tendencia al voto extremista europeo. De esta forma, el votante ha plasmado el precio a pagar por el acuerdo final que ha impedido una frontera interna en Irlanda, como consecuencia del Brexit, pero que ha exigido que esa frontera exista en el mar entre Gran Bretaña y su provincia de Irlanda del Norte. Desde que los acuerdos del Viernes Santo hicieron posible una convivencia, cuando parecía imposible la paz entre las dos comunidades enfrentadas, el Brexit ha venido a envenenar de nuevo el futuro de este pequeño recodo británico en la isla irlandesa.

¿Qué puede pasar ahora? Según los históricos acuerdos de paz, el partido ganador elige primer ministro, mientras que a la oposición le queda un puesto de viceprimer ministro, compartiendo poderes. Pero los unionistas no quieren hablar de la posibilidad de formar gobierno conjunto mientras no se abra la frontera por mar con Gran Bretaña. El ‘impasse’ podría llevar a nuevas elecciones. Un tiempo no obstante en el que va a aumentar la tensión en las calles y devolvernos a imágenes que creíamos olvidadas.

El triunfo del Sinn Fein en un país con mayorías unionistas permanentes amenaza con un nuevo incendio en el Reino Unido y apela al gobierno de Boris Johnson. En la victoria, los líderes republicanos ya han dejado caer que en cinco años sería posible un referéndum para la unificación de Irlanda, lo que sumado a la propuesta escocesa de otro de independencia empiezan a cuestionar lo que parecía evidente: que fuera de la UE, Gran Bretaña tiene problemas en sus fronteras que ponen en entredicho la integridad de su entidad política antes más protegida por su pertenencia a Europa.