Redibujar la gobernabilidad sobre un rechazo simétrico de los extremos

En los últimos siete años, la sociedad española se ha enfrentado a un periodo oscuro en la política española. Los extremismos políticos han calado dentro del imaginario colectivo y los grandes partidos constitucionalistas han ido perdiendo credibilidad por su falta de ética profesional, tan necesaria en el mundo de la política, abriendo la puerta de España al rupturismo e iliberalismo fervientes de los extremos, los cuales capitalizan la huída de votantes, otrora moderados, que buscan una acción más contundente (y, a la vez, más radical) ante los problemas que juzgan que no son capaces de resolver los partidos tradicionales.

FUENTE: EFE

El resultado de las elecciones del 13-F en Castilla y León devuelve a la realidad la necesidad de replantear las amistades en los pactos de gobierno. El PP ha sido el partido más votado y necesitaría de Vox o PSOE para gobernar, ya sea pactando con ellos el Ejecutivo regional o desbloqueando la gobernabilidad con una abstención. Desde el PP ya han dejado claro que no quieren pactar con la ultraderecha y que se reunirán con el resto de las agrupaciones para formar un Gobierno alejado de iliberalismos para los castellanoleoneses.

Sin embargo, este proceso se ha visto desplazado por la gran crisis abierta en el centro-derecha, la cual no sólo cuestiona la política de alianzas sino que incluso compromete la viabilidad del propio PP. Urge llegar a un entendimiento y depuración de responsabilidades para evitar una nueva fractura que añada más complejidad y dificultad a la ya de por sí difícil situación del tablero político nacional.

En este contexto, y con la nueva caída electoral de Unidas Podemos, hay que analizar el crecimiento de Vox con la mirada puesta hace siete años en los comicios de 2015 y 2016 cuando Podemos escaló hasta la tercera posición en las Cortes. Un análisis poco profundo de los datos constataría que la pérdida de votos del PP provoca este crecimiento de Vox. Sin embargo, esta tesis no recoge completamente la realidad. El aumento de Vox es, en gran parte, consecuencia evidente del Gobierno de coalición como reacción a lo que está sucediendo en los últimos dos años. Al mismo tiempo, es una imagen especular de las motivaciones de fondo que a una parte no menor del electorado de izquierda le llevó a confiar en Podemos.

En este sentido, sorprende la falta de simetría en el análisis de los extremos. Hay visiones que atribuyen peligros a Vox que no veían ni ven a Unidas Podemos, cuando ambos provocan un gran daño al país. Sus continuos ataques a nuestro sistema democrático y nuestra Constitución conducen a la sociedad al enfrentamiento, por lo que no será posible terminar con Vox sin eliminar los extremismos partícipes en el Gobierno, incluyendo a independentistas y a los herederos políticos de ETA. No podrá evitarse que Vox entre en las instituciones si no se permite ahora sacar fuera del Gobierno a Podemos, por lo que no se le puede exigir al PP que tome las decisiones que el PSOE no está tomando.

El papel de Unidas Podemos y de los socios secesionistas en las diferentes posiciones de poder, ha terminado por desgastarle en los diferentes comicios de estos últimos tiempos, así como en las encuestas. Mientras esto sucede, Vox crece en contraposición como única posibilidad de hacer frente a la izquierda radical, plantando cara argumentalmente al PP con un discurso populista, reconocible en otros movimientos que siguen esta tendencia de crecimiento por toda Europa.

Con esto, no debemos esperar a que Vox comience a gobernar para que la sociedad sea consciente de sus peligros. La política debe alejarse del iliberalismo y los partidos populistas, reduciéndolos a una oposición que se diluiría en discurso con un panorama de entendimiento entre los grandes partidos. España necesita concordia después de años de la extrema polarización y violencia política de los últimos tiempos. El progreso de nuestro país está sujeto a políticas moderadas en torno a la defensa de la Constitución del 78. Independientemente de quien fuese el partido más votado, tanto en estos comicios de Castilla y León como en cualquier otro proceso electoral, ambos partidos podrían ofrecer a España gobiernos sólidos y responsables en beneficio de la ciudadanía.

En estos momentos, podemos decir que en el panorama electoral español será necesario pactar para formar gobierno después de cada jornada electoral. Los tiempos del bipartidismo han quedado atrás, llevándose consigo las mayorías absolutas. La pelota se encuentra en el tejado de ‘populares’ y ‘socialistas’, que deben decidir si quieren seguir pactando con las peores opciones que se presentan sobre sus mesas, o dejar aparte el ego de las siglas y pelear una gran coalición. No hay fórmulas sencillas; todas las opciones previsibles se antojan ahora mismo inviables, escasas o muy costosas, incluida la de un acuerdo entre los dos grandes partidos. Pero, llegado el momento, habrá que elegir cuál es la menos mala de las soluciones. Y si de verdad el propósito es frenar a Vox y Unidas Podemos, tanto PP como PSOE tendrán que actuar en consecuencia.

Esta situación de inmovilismo negociador entre los dos grandes partidos no lleva a ningún lado y es necesaria la recuperación del centro político por los partidos mayoritarios, los cuales deberían defender ese centro y no como está sucediendo en estos momentos. Esta coalición posicionaría a España como una gran aliada, fuerte, ante la Unión Europea con un gran Gobierno como el que se plantea.

¿Qué ocurre cuando las coaliciones se rompen?

Tras las coaliciones rotas en Madrid y Murcia, y los múltiples problemas de la coalición de gobierno central, ha llegado el punto y final para la de la región castellanoleonesa. Los problemas que ocasionan estos ceses de acuerdos pueden ser varios y en las circunstancias actuales debemos analizar la complejidad de este tipo de figuras.

FUENTE: MAPADEESPAÑA.ES

El entretenido panorama político español de los últimos años, con la irrupción de los partidos de la llamada ‘nueva política’, se ha caracterizado por una sensación permanente de incertidumbre, fenómeno que se intensifica si descendemos en los diferentes niveles de Administración. 

Las coaliciones se han convertido en un asunto de discusión política diaria. Con un sistema de partidos crecientemente polarizado y con una ley electoral que acoge el sistema D’Hondt, era de esperar que las coaliciones que han dominado la gobernabilidad de nuestro país hasta la fecha, se rompieran por múltiples razones. 

Ante esto, se dibuja en los próximos meses un escenario que podríamos calificar como una contienda para conservar u obtener el trono de hierro autonómico y local, justificado principalmente por la importancia de ostentar la presidencia autonómica o el bastón de mando de la alcaldía. 

Debilidades de la figura de la ‘coalición’ 

En primer lugar, las coaliciones entrañan consecuencias que no siempre son las deseadas. El argumento principal utilizado suele ser la afirmación de que la suma de los dos resultados en comicios anteriores por ambos partidos será la suma que se obtendrá con la coalición. Esto no parece ser del todo cierto debido a las experiencias previas, como la fusión entre IU y Unidas Podemos que no dio los resultados esperados. En diciembre de 2015 Podemos obtuvo 3.198.584 votos e IU 926.783 votos; seis meses más tarde en junio de 2016 la coalición Podemos-IU-Equo obtuvo 3.227.123 votos. 

Otro hecho que conviene tener en cuenta es la fractura que puede llegar a suponer dentro de los propios partidos. Los partidos son, a menudo, estructuras rígidas. La toma de decisiones no siempre se antoja fácil y las luchas internas pueden avivarse con facilidad. Asimismo, al haber acuerdo, sólo se presentará una lista y, por ello, habría la mitad de oportunidades para formar parte de la misma. Este último, que parece no tener demasiada enjundia, es el escollo a resolver más complicado por parte de la dirección de los partidos. 

Por todo ello, los partidos deben valorar qué va a tener mejores consecuencias para sus formaciones o, por el contrario, seguir por el camino marcado por la improvisación del día a día. Deben efectuar un ejercicio de ponderación, esto es si llevar a cabo la coalición –con los potenciales problemas que le puede acarrear– o seguir siendo estructuras tradicionales no adaptadas al nuevo sistema de partidos. 

Causas de las brechas 

Las brechas que se pueden generar entre los partidos pueden provocarse por causas electoralistas o políticas. En el primero de los casos las decisiones suelen ser tomadas por el partido mayoritario, en nuestro país suelen ser PP y PSOE, frente a los aliados. Esto ocurre principalmente en el ámbito regional, cuando uno de estos grandes partidos engulle en las encuestas al aliado más débil para tratar de gobernar en mayoría o con apoyos puntuales de otros partidos sin la necesidad de verse con estos en una misma estructura ejecutiva. Al ver estas encuestas, los grandes partidos pueden tomar la decisión de convocar elecciones anticipadas (como en Castilla y León) para sacar el máximo rédito posible a estos resultados. 

En el segundo caso, las divergencias suelen venir causados por la falta de cumplimiento de los programas conjuntos entre unos y otros, provocando sentimientos de ‘traición’. En casos como los sucedidos en nuestro país en los últimos meses, se han provocado mociones de censura por motivaciones varias. Esos sentimientos de incumplimiento de las promesas en relación a los apoyos, así como el miedo a esos adelantos electorales que puedan provocar la reducción de la representación, provocan que los partidos puedan buscar una moción de censura (como en Murcia) para evitar el adelanto electoral, o incluso mantenerse en el gobierno regional con otro aliado. 

Consecuencias en otros territorios 

Una vez se han roto las coaliciones, ya sea a través de una moción de censura o un adelanto electoral, las coaliciones formadas entre esos grupos pueden verse afectadas en otros territorios (ya sea a nivel regional o local). Esto puede cambiar la morfología política de un país debido al desgaste de las relaciones entre las cúpulas de los partidos tras diversos movimientos como ha ocurrido en nuestro país. Esto no tiene porqué darse siempre y cuando los pactos entre partidos sean sólidos en estas regiones o localidades.