El caso Rubiales-Piqué como arquetipo del conflicto de interés

Gerard Piqué, futbolista del Fútbol Club Barcelona, es un deportista impresionante con grandes logros deportivos en lo colectivo, tanto a nivel de clubes como en la Selección Española (a pesar de sus claras posiciones a favor de la consulta independentista). Un futbolista con una carrera intachable y que no deja indiferente a nadie, algo que no es así siempre con el Piqué empresario. 

FUENTE: LA REGIÓN

Gerard Piqué siempre ha tenido grandes ambiciones empresariales y, a través de sus inversiones, ha cobrado un papel protagonista en el mundo del deporte. Presidente del Andorra F.C., organizador de la Copa Davis y hasta propietario de un equipo de videojuegos, Gerard Piqué se cae al foso del conflicto de interés.

Lejos de obtener éxitos deportivos en los últimos meses, el jugador de fútbol ha abierto la información de todo el país durante días a causa de la filtración de unos audios entre éste y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y que revelaban unos movimientos sospechosos con los que Piqué, a través de su empresa Kosmos, habría sido presuntamente beneficiado del cobro de unas comisiones por llevar la Supercopa de España a Arabia Saudí, beneficiando también a los equipos participantes en el evento y a la propia Federación.

No creemos que merezca la pena comentar más esta cuestión a costa de desviarnos del fondo del asunto: el conflicto de interés para beneficiarse personalmente (no solo económicamente) de su posición como deportista. Es muy común en la jerga futbolística hablar de ‘vacas sagradas’ como personajes intocables dentro de los equipos y con un poder en la organización por encima del resto de compañeros. Esta expresión es fácilmente aplicable al caso por el hecho de la posición pública que ha tomado Piqué en este asunto, agresivo y victimista ante las preguntas de los periodistas que con más fuerza atacaron el asunto en sus primeros días.

Puede ser que los procesos seguidos por el holding del central de Barça fuesen administrativamente limpios, eso lo tendrá que investigar la autoridad competente, por no decir la forma en la que se consiguieron esos audios que, según los indicios, habrían sido conseguidos a través de un ‘hackeo’.  Pero Piqué es perfectamente conocedor de sus relaciones con Rubiales conllevaron prácticas fuera de la ética, beneficiándose ambos de estos tratos de favor, dejando al resto de participantes en desigualdad de condiciones para competir. Este caso pone ahora en duda el resto de prácticas empresariales del futbolista que ahora se estarán mirando con lupa, como es normal.

Este tipo de prácticas debe ser rechazado, porque estos comportamientos y las actitudes mostradas no deben ser blanqueadas por la sociedad, por muy idealizadas que estén estas figuras (las vacas sagradas como se suele denominar en la jerga futbolística), después de ser críticos con estas acciones en otros sectores. El fútbol no se encuentra por encima de todas las cosas. Es posibles que los negocios de Gerard Piqué sean legales, pero en todo hay límites que no deberían traspasarse, como es el blanqueamiento de una autocracia como la de Arabia Saudí, donde se pisotean las libertadas y se asesinan a personas por denunciar estos hechos. El deporte no funciona al margen del resto de la sociedad y es obligado cuestionarse estos comportamientos, además de instar a los reguladores y autoridades competentes a actuar en el ejercicio de sus funciones.

Las explicaciones de Rubiales y Piqué quizás sean suficientes para el mundo en el que ellos se mueven, pero no son aceptables para el resto, y menos cuando existe intervención pública de por medio y es un bien de interés general de la sociedad española.

El conflicto del fútbol en el contexto social y político de España

Una labor tan necesaria de contrapeso como la que ejerce por mandato constitucional el Tribunal de Cuentas, no puede verse ensombrecida por la lentitud de sus procedimientos, en especial ante grandes casos de desfalco de dinero público.

Fuente:EFE

Los acontecimientos en torno a la liga española de fútbol se han convertido en un problema político y social. Aunque pudiera parecer una cuestión que sólo atañe a los jugadores, directivos de los equipos y los aficionados, la realidad es que el fenómeno del fútbol está muy extendido en la sociedad y, como ocurre en otros órdenes de la vida, tiene serios problemas para sobrevivir a medio plazo. 

El deporte rey en nuestro país está viviendo momentos convulsos. Desde que el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, anunció la creación de una nueva competición europea (la denominada “Superliga”), la polémica y las acusaciones cruzadas entre las partes han sustituido a un necesario debate de fondo partiendo de evidencias contrastables como la pérdida de aficionados que pagan cuotas de socios, la extensión de fórmulas alternativas de seguir los partidos frente a la televisión, la caída de los ingresos de los equipos por publicidad, la situación cada vez más delicada de equipos fuertemente endeudados y deudores del Fisco, la competencia desleal de equipos dopados con fuertes ayudas estatales o la situación de monopolio de la UEFA con abundantes casos de corrupción, entre otros. 

Sin embargo, no siempre un buen diagnóstico de los problemas implica generar una buena solución. Una dialéctica de “grandes” frente a “pequeños” es demasiado simplista y deriva en soluciones que son peores que la propia enfermedad. En este sentido, la postura del presidente de LaLiga, Javier Tebas, el cual cree que una “Superliga” pone en riesgo a los equipos pequeños y sus ingresos por derechos televisivos, parece razonable. Sin embargo, ni Pérez ni Tebas tienen en este momento gran poder de convicción y credibilidad. Tampoco la tienen los reguladores nacionales e internacionales.

En medio del descrédito de los actores intervinientes y de una desafección social creciente, para establecer una solución primero es necesario analizar los incentivos que tienen las partes para, posteriormente, estudiar qué posible estrategia beneficiaría a la mayoría de las partes y, al menos, no perjudicaría a ninguna relevante. Siguiendo esta línea, es evidente que el acuerdo de LaLiga con el fondo CVC para dar liquidez a los equipos vía derechos de televisión no responde al objetivo final de generar una solución positiva para todas las partes. Más bien es la reacción de una parte enfrentada con otra que busca generar ingresos inmediatos a muy corto plazo a cambio de un pacto a muy largo plazo bajo unos supuestos financieros poco realistas.

¿Es razonable un pacto de esta naturaleza dada la necesidad acuciante de dinero por parte tanto de equipos grandes como pequeños? A tenor de las cifras que se han hecho públicas no lo parece. Sin tener que acudir a un rescate público, existen fórmulas alternativas que no se han explorado antes de construir un producto financiero que para el creador (CVC) será una fuente de enorme rentabilidad mientras se mantenga dentro de la inversión (cosa poco probable en este tipo de fondos más allá de 5 años) pero una fuente de riesgo enorme para los equipos que, ante un incumplimiento de las cláusulas contractuales, tendrían que responder con su patrimonio: el de sus socios (en el caso de los clubes) y de sus accionistas (en el caso de las sociedades anónimas deportivas).

Por tanto, es necesario repensar los últimos acontecimientos y articular otro tipo de solución, más aún cuando los cuatro votos en contra de la operación diseñada por LaLiga suponen el 22% de los derechos televisivos, es decir, una tarta que de diez partes se ha quedado de inicio sin algo más de dos de ellas. Esto afecta inevitablemente al valor financiero total que se le daba al conjunto de LaLiga (25.000 millones de euros) y al desembolso de CVC por los derechos, el cual pasa de 2.700 millones a 2.100 millones. Los restantes 38 votos a favor salen perdiendo precisamente por la pérdida de valor implícito del acuerdo a medio plazo.

Para la sociedad española, la ‘guerra del fútbol’ no es baladí. El deporte es una de las dimensiones más sociales en este momento y si bien puede suponer en ocasiones fuente de enfrentamientos, termina siendo un punto de encuentro como sucede, por ejemplo, en las competiciones internacionales (los mundiales y europeos, los Juegos Olímpicos…). Esperamos que las instituciones públicas –empezando por el Ministerio de Cultura– sean conscientes de la grave situación y ayuden a articular una solución satisfactoria para las partes. Es necesario que nuestras ligas recuperen el valor perdido en estos últimos años tras la marcha de las dos grandes figuras del fútbol mundial, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.