
Este espacio debía haber sido utilizado para felicitar a las flamantes campeonas del mundo de fútbol y los campeones del mundo de 35 Km marcha masculino y femenino. Más logros para el deporte español y que, como sociedad, debería llenarnos de orgullo.
FUENTE: EFE
Por desgracia, a parte de las obligadas menciones a los mundialistas, tenemos que centrarnos en el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, tras su bochornosa representación en la celebración final de la victoria del combinado español contra Inglaterra.
Ese día, el máximo responsable del fútbol español decidió que era buena idea celebrar la victoria junto a las autoridades del palco agarrándose la entrepierna, por si fuera poco, de manera exagerada; como si de un animal del zoo se tratase. Se puede entender la excitación que supone la consecución del máximo título futbolístico a nivel mundial, pero nada más allá. Toda ‘alegría’ terminó con el momento más polémico de la noche el beso a Jennifer Hermoso, y la posterior serie de informaciones que han ido saliendo.
Pero Rubiales nunca ha sido un angelito. El problema ha llegado cuando el Gobierno en funciones ha decidido usar este hecho políticamente para defender la polémica ley del ‘solo sí es sí’. Hasta entonces, el presidente en funciones siempre fue un baluarte para Rubiales.
¿Rubiales debe dimitir por su comportamiento en la final? Sí. ¿Rubiales debía haber dimitido mucho antes? Sin lugar a dudas. PSOE y Sumar han querido utilizar este escándalo políticamente para beneficiarse, mientras que el PP apenas ha fijado una posición coherente alineada con la defensa de la calidad de las instituciones. España no puede ser representada por una persona así cuando nuestros deportistas se desviven por su nación en este tipo de competiciones. Pero tampoco pueden torcerse los mecanismos ya establecidos para provocar una salida que se debía haber producido mucho antes y por motivos de mayor calado.
Pero, para quien no tenga el ‘placer’ de conocer a Luis Rubiales, está siendo investigado por un viaje realizado en otoño de 2018 con una mujer, pagado, presuntamente, con dinero de la RFEF. Él lo justificó como un viaje de trabajo en busca de ingresos para la federación. La misma jueza trata de esclarecer ahora si Rubiales pactó con la empresa de Gerard Piqué una comisión de 24 millones por llevar la Supercopa a Arabia Saudí, para beneficiar al exfutbolista de unas comisiones por la operación en la que ambos sacaban tajada cuando todavía Piqué era jugador en activo.
Entre otras cosas, y para demostrar la defensa que el Partido Socialista ha hecho de su figura hasta ahora, hay grabaciones que él mismo grabó a cargos del Gobierno de Pedro Sánchez y en las que se mostró como víctima, argumentando que le habían robado información del móvil. Como confesó en abril de 2022, “soy un poco diferente al resto, no bebo alcohol, no fumo, pero no puedo garantizar que el día de mañana no me vayan a meter un saco de cocaína en el maletero”. Quizás el Gobierno se sintío amenazado y decidió que en otros escándalos no había que correr riesgos.
Y muy sonadas son las fiestas privadas que realizaba Rubiales como la del chalet de Salobreña con una decena de mujeres y financiada presuntamente con dinero de la RFEF, que declaró en 2020 su tío Juan Rubiales, exdirector del Gabinete del presidente de la RFEF.
¿Cómo es posible que esto haya sido permitido durante tantos años? El Gobierno ha ido creando una sensación de inmortalidad en Luis Rubiales que han terminado explotando, y ahora quieren usarlo a su favor en una jugada de la máxima repugnancia política.
Lo que ha quedado claro es que Rubiales demuestra un desconocimiento de las normas fundamentales que debe seguir un representante de España y perpetúa actitudes machistas que la victoria del equipo nacional está trabajando para erradicar. Por tanto, no se encuentra en una posición adecuada para continuar liderando dicha entidad, la cual debe respaldar de manera equitativa tanto el fútbol masculino como el femenino, en una transformación irreversible. La conducta de Rubiales evidencia tanto la ardua travesía que las deportistas han superado como el extenso camino que aún falta por recorrer en la búsqueda de equidad de género.