Atacar al más débil

No es oro todo lo que reluce para el trabajador ante las promesas populistas del tándem Sánchez Díaz (si es que todavía no se habían dado cuenta). El compromiso a actuar sobre la jornada laboral y la subida del salario mínimo es un truco de trileros para tratar de hacerse querer entre los más vulnerables, el problema aquí es que los más afectados de estas medidas serán ellos. 

FUENTE: EFE

Si bien es cierto que es imposible medir los efectos de la medida en cifras, puesto que es muy difícil cuantificar y prever una medida de la que no se conoce mucho más que el anuncio.  

Pero echando la vista a cómo ha afectado la última subida del SMI a sus potenciales beneficiarios el debate sobre la afección de estas medidas sobre el empleo es de obligado tratamiento. Si ponemos el foco en la última actualización, observamos que los jóvenes y las mujeres son a los que más afecta la pérdida de empleo por la subida, y los colectivos a los que ha beneficiado la subida serían aquellos más afectados por las próximas subidas y cambios en materia laboral debido a su vulnerabilidad.

Hay una dimensión que en España se suele obviar: no vivimos en un país con fuerte arraigo industrial, por lo que los pequeños empresarios, que sostienen el país y el empleo, tendrán que hacer ajustes para paliar el aumento de los costes laborales que provocan estas medidas. 

La principal preocupación de las empresas radica en la posible presión que puedan ejercer sobre los costes laborales. En los últimos años, las compañías también han tenido que afrontar un aumento en los costes de producción debido a la inflación, así como en los costes de financiación a raíz del alza de los tipos de interés. Además, se suman a estas preocupaciones el impacto de las sucesivas subidas del salario mínimo y el aumento de las cotizaciones debido a la reforma de las pensiones. 

El Gobierno debería abstenerse de legislar en asuntos que requieren consenso entre los agentes sociales, ya que no todos los sectores y regiones pueden permitirse o necesitan los mismos cambios. En última instancia, el empresario parece ser el villano de la historia, ya que su supervivencia se ve amenazada, al parecer, tanto por los miembros del gobierno anterior como por los del futuro. 

Las propuestas para la próxima legislatura parecen carecer de realismo en lo que respecta a la política laboral. La AIREF aboga por la normalidad, ya que actualmente hay quienes solicitan un salario mínimo de 1.500 euros y una jornada laboral de 35 horas a la semana. Esto podría generar desequilibrios en la productividad, la economía y el mercado laboral. 

El mercado laboral tiene sus límites, y el Gobierno parece estar dispuesto a traspasarlos a expensas de los más vulnerables, que siempre son los más afectados por estos cambios, que en teoría se llevan a cabo en su beneficio. Sin embargo, sobrepasar esos límites podría llevar a un punto de no retorno para muchas empresas, sectores y familias. 

La idea de que reduciendo las horas de trabajo se puede aumentar la cantidad de empleados y, así, solucionar el problema del desempleo es una falacia antigua que se utiliza en diversos contextos. Esta idea sostiene que las oportunidades de empleo son fijas, como una tarta que se puede dividir en porciones grandes o pequeñas. Sin embargo, el empleo no es una tarta, sino una realidad compleja y cambiante que puede aumentar o disminuir.

El Gobierno puede influir en esta dinámica, y si reduce la jornada laboral de manera forzosa, puede impedir que empresas y trabajadores se adapten a su máxima productividad. Si la productividad disminuye, se reduce la riqueza, el ahorro, el capital y la inversión, y, en última instancia, la cantidad de empleo también disminuye. 

Hasta la fecha, no ha habido ninguna fórmula artificial de reducción de jornada que haya demostrado ser efectiva para crear empleo. Los franceses lo intentaron recientemente con la jornada laboral de 35 horas a la semana, y el resultado fue un fracaso. No obstante, es importante destacar que la reducción de la jornada laboral puede ser efectiva cuando está respaldada por un aumento en la productividad y se logra a través de la negociación entre empleadores y empleados, lo cual ha funcionado en numerosas ocasiones en la práctica real. 

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