De qué hay que preocuparse tras la victoria de Macron

De nuevo, Francia sale de estas elecciones con la sensación de que ‘se han librado’ de lo peor con, probablemente, la mejor opción posible para el electorado: la victoria de Emmanuel Macron.

FUENTE: EFE

El resultado fue lo esperado por las encuestas publicadas los días antes a los comicios, con una victoria para el candidato de centro, con el 58,1% de los votos; aunque lo más destacable (y como también se esperaba) fue la participación, del 72%, la más baja desde 1969.

La figura del presidente francés ha estado en los últimos tiempos muy cuestionada por sus políticas, tanto económicas como sociales, las cuales abría la posibilidad a la ‘moderada’ extrema derecha, y decimos moderada porque todavía existía una opción más iliberal y a la derecha de Marine Le Pen.

Macron y los franceses deben estar contentos sabiendo que han ganado a pesar del ascenso de la extrema derecha, por lo que no hay lugar para celebraciones. Ahora, solo el presidente puede tratar de revertir la actual situación en los próximos cinco años, devolviendo la confianza de los franceses en las políticas moderadas y serias ante el alza de la política del miedo y populismo. El 12 de junio los franceses volverán a acudir a las urnas para las elecciones legislativas, y es aquí donde podremos ver si finalmente Macron podrá gobernar o los partidos extremistas frenarán el progreso de la nación durante los próximos cinco años.

Lo que se dio el pasado fin de semana en Francia es el miedo de todo país europeo a la llegada de los partidos extremistas, iliberales y anti europeístas. El cansancio generalizado de la ciudadanía con su clase política está provocando esta peligrosa tendencia al alza de estas ideas, que llegan tanto a jóvenes como a adultos y que ahora dinamitarán la vida política de Francia, alzándose como segunda fuerza política. Le Pen ha conseguido desde las pasadas elecciones ocupar el hueco de la derecha clásica, como de su modo lo ha logrado Melenchon con la izquierda clásica. Los ciudadanos franceses no pueden caer en el engaño iliberal, que solo perjudicará el crecimiento y avance del país y, en su defecto, de Europa.

Ahora en Francia la vida será diferente, con una cámara de representantes con un gran poder de los extremos y que no pondrán nada fácil la gobernabilidad, igual que sucede en el resto de países en lo que son oposición o en los que presiden, como Polonia y Hungría, y en el que las libertades de las personas se ven menguados por sus políticas iliberales y excluyentes.

Estos cambios de tendencia no son cosa de Francia o de una minoría de naciones, ya que en los resultados de sus pasadas elecciones podíamos apreciar un panorama semejante al nuestro; con cuatro o cinco formaciones apoyadas por un gran número de votantes. Finalmente, en Francia el poder social lo concentran tres grandes partidos, dos extremistas y un partido que ocupa con fuerza el centro político.

El resultado de estas elecciones debe ser un mensaje claro para los partidos constitucionalistas europeos, el electorado se siente infantilizado y termina sucumbiendo ante aquellos políticos que les prometen cambiar la situación a mejor en medio del descontrol que en estos momentos asola Europa, con independencia de los que está ocurriendo en suelo ucraniano. Los partidos moderados y europeistas deben tomar nota y recuperar la confianza de los ciudadanos para devolver a la sombra a los extremistas, ya sean de izquierdas o de derechas.

La irrupción de las ideas rupturistas, tanto con Europa como con las políticas moderadas, es la otra guerra que se está librando en la Unión. Los discursos dinamitadores, agresivos y del miedo, están calando en la sociedad, cansada de que sus políticos no luchen por el bien común, y los partidos constitucionalistas corren el peligro, como en Francia, de verse relegados a la nada. En el caso de España, si crecen los extremos sobre las derechas e izquierdas clásicas, no tenemos un centro fuerte, en la actualidad, que sea capaz de soportar la presión y el discurso de estas formaciones iliberales. Deben (los políticos) y debemos (la sociedad) trabajar y luchar para que esto no suceda, evitando la ruina de nuestros países y del conjunto de Europa.