‘Sobre España decidimos todos’

(Documento de Trabajo Nº 4 del Club de Opinión ‘La España que Reúne’)

Se observa cómo los primeros pasos del nuevo Gobierno de coalición en el ámbito de la política nacional se atienen a lo pactado con las fuerzas independentistas en torno a dos cuestiones: Cataluña y los Presupuestos. Respecto a los independentistas, el Gobierno ha hecho bandera del término “diálogo” en sintonía con el discurso del Gobierno catalán, que pretende acordar sobre cuestiones que afectan al conjunto de la sociedad hurtándolas a los representantes legítimos de la soberanía popular a quienes corresponden conforme a los preceptos constitucionales.

Desde “La España que reúne” consideramos que en política es de extraordinaria importancia la vía del diálogo para recuperar y fortalecer el consenso constitucional. Pero debe precisarse con quién, sobre qué y para qué. Ha de evitarse que el término “diálogo” se convierta en un lugar común, en una carga hueca donde la sociedad catalana se escinde por la mitad y cada una de las dos partes excluye a la otra de la búsqueda de la solución que ha de ser para ambas. Sería peligroso invocar el “diálogo” como un recurso para ganar tiempo sin atender a los demás problemas de Cataluña y del resto de España.

En consecuencia, estimamos necesario abrir un debate público sobre cuáles debieran ser las bases del “diálogo”, los elementos capitales a debatir, las alternativas a plantear (reformas, iniciativas a asumir por los partidos dispuestos a impulsarlas) y qué fiscalización corresponde a la sociedad civil respecto de lo que se proponga negociar nuestro Gobierno.

Documento de Trabajo Nº4 de “La España que Reúne”

Los bloques de naturaleza política y cultural se han adueñado de la política española. A la creación desgraciada del bloque gubernamental le ha sucedido en ámbitos locales y autonómicos un bloque alternativo. Ésta es la solución más fácil, la más inevitable y a la vez la que menos favorece la pluralidad política y los pactos entre diferentes. Así es cómo se consolidan las trincheras y se impide el diálogo, llevando a un resultado previsible de colapso político y ausencia de reformas estructurales, tan necesarias en estos momentos de cambio y transformación.

El PSOE, que durante estos últimos cuarenta años ha sido uno de los grandes protagonistas del “cambio español”, ha renunciado, por la vía de hecho, a su mejor herencia y ha legitimado a todos aquellos grupos minoritarios en la escena política española empeñados, por motivos ideológicos o identitarios, en impugnar el resultado de la Transición del 78. Pudiendo hacerlo bien, ha vuelto a ser secuestrado por una política estrecha, en la que domina una visión limitada por una ideología confusa que necesita enemigos más que ideas, perdiendo en el camino la pretensión de ser una organización política más amplia y receptora de las grandes ambiciones reformistas que anidad en la sociedad española.

Si en cualquier país de nuestro entorno con profunda tradición democrática es negativa la política de bloques, en España es más negativo. La Historia –que muchos desconocen y otros tergiversan–la debilidad institucional o la falta de tradición democrática, nos hace más proclives a sufrir las consecuencias de estos enfrentamientos en los que el adversario se transforma en enemigo, las ideas en propaganda y los intereses generales en ambiciones partidistas. Nos preocupa que el Congreso ceda su protagonismo –por decisión del bloque gubernamental– a mesas políticas extrañas a nuestra estructura institucional. Nos sorprende la claridad con la que pretenden los grupos que apoyan al Gobierno anuncian cambios en el Código Penal para beneficiar a personas concretas, destruyendo los principios más fundamentales del Derecho, dinamitando la igualdad entre los ciudadanos y deslegitimando las recientes sentencias del Tribunal Supremo, provocadas por los tumultos que terminaron en un referéndum ilegal y una posterior declaración unilateral de independencia. Ese camino de deslegitimación de las instituciones, del quebranto de los equilibrios de poderes, necesitados de la limitación otros, de cambio de leyes para beneficio de personas concretas, nos acerca peligrosamente a los Estados iliberales, que tan de moda se han puesto en los últimos años.

Una gran parte de ciudadanos puso su confianza en que se unieran las tendencias que imponían al PSOE sus brillantes últimos 40 años y la vocación reformista de nuevos partidos, inmejorablemente representado por un partido que se desplegó desde Cataluña por toda España: Ciudadanos. En el primero se impuso la colonización de los socialistas catalanes, representantes conspicuos de todo lo contrario a lo que caracteriza al socialismo democrático, en el segundo, una ceguera política sorprendente

que les ha llevado a problemas de acción y relevancia política. Hoy uno legitima un bloque y el otro parece decidido a perder su personalidad fundacional para aliarse poco a poco en todas las instancias políticas en el centro derecha representado por el PP.

Perdida la esperanza en que los partidos evitaran la política de bloques, queda esa gran parte de la sociedad española que mantiene su espíritu reformista, su voluntad integradora, su deseo de enfrentarse a un futuro muy complejo, sin sentirse maniatados por las diferentes mistificaciones del pasado, que sirven de impulso a los partidos políticos de izquierda y de derecha que se hacen transcendentes según se radicalizan.

Es el momento de esos ciudadanos que rechazan los insultos que dominan el debate político, las descalificaciones mutuas, la sordera ante las ideas de los contrarios; de esos españoles que no están dispuestos a perder todo por nebulosas promesas de asaltos celestiales, de una izquierda que oculta con celo sus reminiscencia con las peores ideologías del siglo XX o de los agoreros profesionales, empeñados en convertir en refectorio diario el sepulcro del Cid, dificultando que España afronte sus grandes retos europeos y los cambios que se avecinan en la propia Europa tras el Brexit.

Llega de nuevo la oportunidad de esos españoles que no caen en la morbosidad de la resistencia y apuestan por expresar su oposición acompañada de alternativas integradoras, basadas en la razón y en la experiencia que nos presta nuestra historia. Todo ello lo resumimos:

1) Frente a las pretensiones identitarias de los nacionalismos periféricos, la capacidad de integración y de renovación de la Constitución del 78.

2) Frente a la autodeterminación propuesta por los nacionalistas, la soberanía nacional. Frente a la división de los españoles por origen, creencias o lenguas la capacidad de la ciudadanía para hacernos libres e iguales.

3) Frente a la arbitrariedad de la que empieza a hacer gala el bloque gubernamental el respeto a las leyes.

4) Frente a los nacionalismos, igualdad, solidaridad y cosmopolitismo.

5) Frente a la Mesa integrada por los gobiernos de España y los representantes de la Comunidad Autónoma Catalana las instituciones en las que reside la soberanía nacional: Congreso de los Diputados y Senado.

6) Frente a las fronteras que impone los nacionalismos, el proyecto europeo.

7) Frente a la política de políticas de bloques, su superación con pactos de los partidos constitucionales.

8) Frente a los que desean continuamente volver a empezar y los que nos desean que volvamos al pasado, una agenda reformista, que adecue nuestro sistema político a los retos de la revolución tecnológica y la globalización.

9) Frente al sentimentalismo político de los extremos, la razón y la experiencia de nuestra historia.

10) Frente a las descalificaciones, los insultos y la propaganda, la palabra y las ideas

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