
La democracia es mucho más que la búsqueda incondicional de apoyos en las Cortes para sacar adelante los proyectos legislativos del Gobierno. En este sentido, uno de los principios básicos de una democracia es excluir de la gobernabilidad a aquéllos que persiguen su destrucción y la confrontación no pacífica entre ciudadanos, los cuales representan un porcentaje minúsculo de los electores. Sin embargo, en España estamos haciendo todo lo contrario: naturalizar al espacio político heredero del mayor enemigo del sistema constitucional que ha sido el terrorismo.
FUENTE: El Correo/EP
Sorprende que en un país cuyo Gobierno ha hecho de la ‘memoria democrática’ una de sus principales banderas, ésta sea tan asimétrica y kafkiana. Al mismo tiempo que se ponen en jaque los principales consensos sobre los que se construyó la Transición, se escenifica un programa de ‘olvido político’ intencionado que pretende ser implantado sin oposición entre la izquierda, aplacando cualquier crítica a través de palabras gruesas y acusaciones inaceptables entre demócratas de cualquier signo político.
Es evidente la dificultad de gobernar España con unas mayorías tan exiguas e inestables como las actuales. Sin embargo, esto no puede dar carta de naturaleza a una política de ‘todo vale’ para permanecer por más tiempo en el Gobierno. En el momento en que se da un lugar destacado a los enemigos de la democracia -todos ellos fuerzas extremas y centrífugas- la salud del sistema democrático se resiente profundamente, ya que la dinámica de sus demandas siempre es creciente, nunca decreciente. Y una vez que ocupan un espacio que ni electoral ni sociológicamente les corresponde, apartarlos para retomar el normal funcionamiento institucional de un país requiere de un gran esfuerzo.
Hay que resistirse a llamar toda esta operación como ‘rearme del socialismo’ y ‘marcar perfil propio’. Es todo lo contrario: entregar rentabilidad electoral a cambio de un proceso que puede llegar a ser irreversible de deterioro democrático. Tener la vista puesta más en las municipales de 2023 a la espera de que “estemos preparados o no para cosas mayores”, es un ejercicio de irresponsabilidad difícil de aceptar en democracia.
Este movimiento no solo sería contrario a esta idea del ‘rearme socialista’, que se vería opacado por este refuerzo a la extrema izquierda, sino que va en contra de toda la trayectoria constitucional de los últimos años, la cual ha posibilitado una convivencia pacífica entre demócratas que luchaban juntos contra los enemigos de España.
Tanta memoria para lo lejano y tan poca para lo reciente. Flaco favor a nuestro país y a la democracia en general.
Suscribo el artículo en su totalidad y os animo a seguir en la defensa de nuestra democracia ante los permanentes ataques a que la somete el populismo suicida de partidos que sólo pretenden romper nuestra convivencia basada en la generosidad que representó la Transición
La transición que hizo nuestro pais , fue obra de politicos que sabian que solo con un consenso general se podría seguir adelante democratica y pacificamente . El problema fue y és que algunos tardaron otros cuarenta años en darse cuenta que el camino de la violencia no llevaba a ningun lado . Solo se dieron por enterados cuando el estado de derecho los acorralo .
¿Ahora nos olvidamos de todo ? , ¿hay muertos buenos y muertos malos ?,¿ De verdad esté pais se merece semejante castigo?. Creo que no.