
Desde la llegada de Podemos a la política española la relación entre nuestro país y Latinoamérica sufrió un cambio en la influencia y la cooperación entre ambos. Las relaciones históricas y la importancia de la lengua siempre han sido el punto de unión que ha favorecido política y económicamente a ambos agentes. El cambio de paradigma político a nivel mundial con la irrupción de los populismos europeos en el poder político se extrapoló a la perfección en las frágiles democracias del sur de América.
FUENTE: EFE
Si hay algo que caracteriza a Podemos es su facilidad para revolver las aguas con una pasmosa sencillez y su influencia en los populismos de extrema izquierda es la tormenta perfecta. Pablo Iglesias incluye en el discurso político los movimientos revolucionarios de la región y afea el papel de nuestro país “conquistador”. Estas circunstancias alimentan el discurso del restablecimiento y del daño de nuestro país por parte de los líderes populistas de estos países.
El Descubrimiento y Conquista de América se convierten en el relato de nación española en el símbolo por antonomasia de las glorias imperiales españolas, tanto que la fiesta nacional española, 12 de octubre, celebra el día del primer desembarco de Cristóbal Colon en tierras americanas; en los americanos, por el contrario, con variaciones de unos a otros países, en símbolo de la destrucción de sus naciones por otra ajena y extraña, la española.
En la actualidad, parece que el mayor o menor éxito de las políticas españolas hacia América Latina, como consecuencia, no depende tanto de la voluntad española, en general siempre favorable a su fortalecimiento, como con los cambios político-ideológicos latinoamericanos, que históricamente han alternado momentos de clara hispanofilia con otros de no menos clara hispanofobia. Esto explicaría que, a pesar del incremento de los intercambios de todo tipo, desde económicos hasta académicos de las últimas décadas, España pocas veces ha estado tan ausente de la vida pública latinoamericana y ha sido menos influyente que en los últimos años.
Los recientes viajes de Pedro Sánchez a Latinoamérica tratan de romper con años de odio, proferido por sus ahora socios de Gobierno, en un momento de gran inestabilidad en Europa, buscando abrir frontera con España como principal aliado para conseguirlo. El problema es que Sánchez ha empleado sus viajes para desplazar a Podemos y se ha dedicado a estrechar lazos y felicitar a los nuevos ejecutivos populistas de la izquierda de la región y el Caribe. España debe abogar e influenciar para que en la región se recupere la senda de la moderación, no fomentar los desgobiernos.
Las relaciones de España con la América hispana no son una opción. El hermanamiento es más histórico y social que político y la amistad se ha mantenido siempre, incluso en las etapas más negras a un lado y otro del Atlántico. Una amistad que también debe ser pragmática porque la digitalización acelerada provocada por la pandemia y los retos medioambientales abren un gran abanico de posibilidades en una región potencialmente muy dinámica. Es cierto que, según un reciente informe del Banco Mundial, las cicatrices del covid tardarán en desaparecer y, aunque se esperan crecimientos superiores al 2% en 2022 y 2023, los resultados regionales siguen estando entre los más bajos del mundo. Sin embargo, América Latina y el Caribe contribuyen con solo el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y tienen enormes ventajas comparativas en la economía verde y energías renovables, de las que España puede y debe ser partícipe.