
La demoscopia, al igual que otras técnicas de análisis empírico, sirven para algo más que el estudio de un momento determinado del tiempo. Al igual que en Física se cumple el “principio de incertidumbre de Heisenberg”, los métodos de análisis sociológico tienen la capacidad de influir en el comportamiento de los individuos que analizan.
De esta habilidad se sirve desde hace años un organismo oficial como es el CIS, el cual se ha colocado como una institución ‘activista’ con capacidad de provocar movimientos en el sentido del voto de miles de personas que consumen los titulares de prensa generados a partir de la encuesta oficial, pensando que refleja correctamente la realidad política, cuando verdaderamente no ofrece más que una realidad leve o gravemente distorsionada en función del interés de los partidos gobernantes.
Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad crecientemente polarizada, este uso de las herramientas demoscópicas es peligroso, más si cabe en los momentos previos a pasar por las urnas como sucederá en los próximos días en la Comunidad de Madrid. Desde la entrada de la coalición PSOE-Unidas Podemos, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), bajo la dirección de José Félix Tezanos, se ha dedicado sistemáticamente a desvirtuar e inflar datos en función del interés concreto gubernamental en cada momento.
Precisamente, en estos últimos días, Tezanos ha tensionado la campaña electoral madrileña introduciendo elementos que se salen del consenso demoscópico, con el fin de generar expectativas sobre el bloque de izquierdas, casi a modo de propaganda típica de retaguardia que intenta insuflar moral de victoria ante una tropa muy desanimada. Este manejo de la estadística y la metodología de análisis sociológico es un caso bastante representativo de lo que se conoce como “posverdad”.
Este término está incluido en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) con una precisa definición: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Es decir, aseveraciones que dejan de basarse en hechos objetivos para apelar a las emociones, creencias o deseos del público. Los hechos no importan si son verdaderos o falsos, ya que el objetivo del interlocutor es convertir su tesis en verdad.
Como pasó en Cataluña y en otros comicios anteriores, lo que termina sucediendo no es que el CIS acierta, sino que el resultado de la elección se acaba pareciendo a la encuesta oficial porque ésta junto con otras han conseguido crear un clima suficientemente propicio para ello. Evidentemente, el CIS no tiene fuerza suficiente para cambiar tendencias cuando éstas son muy marcadas, pero sí actúa exagerando al alza o a la baja ciertas estimaciones de voto para provocar el movimiento tanto de indecisos como de “voto ideológico” abstencionista que se moviliza para evitar que la ideología contraria gane.
Es lo que se intenta hacer en Madrid, retorciendo los procedimientos y saliendo al rescate de lo que interese en cada momento. El último barómetro se publicó tras el debate en televisión de los candidatos, donde los medios y expertos coincidieron en que el candidato socialista pasó muy desapercibido. Sin embargo, el
CIS incrementó la estimación de voto a Ángel Gabilondo y al resto de fuerzas de izquierda, con la esperanza de que se pueda lograr lo mismo que alcanzó la derecha en Andalucía tras los comicios regionales de 2018. Para construir esta “realidad paralela” a la del consenso demoscópico, el CIS incrementa enormemente la expectativa de voto a Ciudadanos, fuerza que en el consenso no llega al 5%, confiando en que sea el ariete para decantar a los bloques.
En suma, el resultado de estas elecciones dependerá finalmente del miedo que esta posverdad haya podido
provocar en el votante de la región madrileña y de la participación que se logre, porque de ellos también
dependerán partidos que pueden quedarse sin representación tras haber estado formando, hasta hace
bien poco, parte del propio equipo de gobierno. Es importante que no caigamos en la provocación de los
datos, porque estos no siempre dicen la verdad y pueden llegar a ser caldo de cultivo de grandes
resultados para los partidos extremistas. No podeos dejarnos llevar por el miedo y la tensión. Es
importante que valoremos nuestro papel democrático para luchar contra los discursos que no hacen
más que dividir.