El Club de Opinión «La España que Reúne» publica el quinto Documento de Trabajo titulado «Acabar con la división y la discordia, recuperar el diálogo constitucional» en el que se analiza la necesidad de un acuerdo común previo para defender una posición fuerte en Europa ante la reconstrucción económica y social.
España no puede trasladar a Europa las divisiones que la debilitan, con lo cual es necesario acabar con la división y la discordia reinantes para recuperar el diálogo entre los partidos constitucionales, dejando a los extremos a un lado populistas –vengan con la etiqueta que vengan, de izquierda o derecha- y también los independentistas.
De esta forma, España podrá participar con reconocimiento y autoridad en las decisiones europeas, especialmente en el diseño de la reconstrucción, en la aportación de políticas fiables para la ciudadanía, en hacer frente a los embates populistas que persiguen debilitar el edificio europeo del que formamos parte.
Covid-19, el nombre frío de nuestra pesadilla. Se cuenta las víctimas por decenas de miles, en una letalidad arrasadora sobre nuestros mayores, en la conciencia de nuestra propia fragilidad.
Tiempo será de hacer el balance completo que necesitamos, de los modos en que afrontamos la pandemia. Será imposible que nuestra Nación aborde un futuro confiado sin hacer el recuento que nos debemos.
Ahora sabemos que la imprevisión, la falta de medios y la descoordinación nos hicieron –nos hacen– más vulnerables frente al virus. España ostenta unas dramáticas tasas en víctimas mortales por millón de habitantes y de sanitarios contagiados que, por sí mismas, dan medida de en qué se ha fallado. Es un ejercicio obligado de respeto a nosotros mismos reconocer así los hechos, no nos podemos engañar aquí. Se trata de una realidad desnuda que nos interpela a todos.
Se pueden evocar otros países que también lo hacen mal, y es cierto, el fracaso también afecta a otros. Pero preferimos mirar a aquellos que lo hacen bien, y tratar así de comprender. En la Unión Europea, países tan distintos como Portugal, Alemania, Austria, Grecia o los escandinavos se colocan en este grupo de los que lo han hecho bien. Con gobiernos de izquierda, derecha o coalición; unos con sistemas sanitarios poderosos, y otros en grave deterioro; comparativamente más ricos que nosotros, también más pobres. Todos ellos tienen en común la eficiencia. Saben que el virus no se puede combatir con propaganda, improvisaciones, ni querellas políticas vocingleras. Una feliz combinación de anticipación, buen criterio, liderazgo sereno, diálogo permanente y comunicación transparente les permite a todos ellos hacer las cosas bien y minimizar los efectos de la pandemia.
España no se puede permitir continuar como hasta ahora. Es nuestro porvenir el que está en juego, nada resulta más dramático que fracasar a la hora de afrontar la pandemia y sus consecuencias.
En lo económico y social un escenario abrumador se abre ante nosotros: el descenso dramático de la producción, la parálisis de sectores decisivos para España como el turismo y la hostelería, la amenaza incalculable del desempleo, quiebras empresariales, pérdida de nivel de vida,… Todo ello forma parte del cuadro de lo que tenemos por delante. Nada será más antisocial que fracasar ante ese desafío.
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Disponemos de dos formas de hacer frente a esa tarea. Una consistirá en aceptar que el esfuerzo por venir requiere la colaboración de todos. La otra pretenderá proseguir en el camino a ninguna parte de enfrentamiento y división en que se extravió la política en España desde hace demasiado tiempo.
Debemos elegir y nuestra elección es clara: necesitamos cerrar con urgencia la ruta de división política que camina a ninguna parte. Porque nada tan negativo como el empeño en destruir al que es distinto, la exclusión sectaria del otro que no piensa como nosotros nos remonta a lo peor de nuestra historia, nos empobrece y hace estéril cualquier ambición de futuro común.
La recuperación del diálogo, del esfuerzo conjunto, de las aportaciones compartidas, es obligada. Porque la Constitución es nuestra casa común que nos agrupa en comunidad de españoles iguales, se trata de convocar a nuestras fuerzas políticas constitucionales, a derecha o izquierda; a los agentes económicos y sociales; a lo mejor de cada uno de nosotros. La actuación concertada que requerimos constituye el único fundamento viable sobre el que se construyan unas políticas que ofrezcan un horizonte de confianza a los españoles.
Sabemos también que de esa convocatoria se excluirán los populistas –vengan con la etiqueta que vengan, de izquierda o derecha- y también los independentistas. Todos ellos, perdidos en el laberinto de su intolerancia, agentes inquisitivos del enfrentamiento y portadores de proyectos autoritarios, renunciarán a participar del sacrificio común que debemos abordar. Lo veremos, lo estamos viendo ya, en sus voces destempladas que arruinan la posibilidad de esa tarea que precisamos con urgencia.
Europa. Los padres fundadores de la Unión Europea que edificaron el mayor espacio mundial de libertad, desarrollo y progreso, nos legaron la ambición del esfuerzo y las decisiones que se comparten, y a las que España no puede faltar. Hijos ellos de los desastres de la Segunda Guerra Mundial, también nos enseñaron que los autoritarismos deben ser siempre combatidos, cualquiera que sean las versiones con que se presenten. Fue así que se construyó nuestra Europa, de la que somos socio indiscutible.
Es así que nuestra posición europea exige nuestro previo acuerdo común. No podemos aceptar que España traslade a Europa las divisiones que nos debilitan pues en tal caso seríamos víctimas de nuestra propia inconsistencia nacional. Al contrario, aspiramos a que España participe con justo título del esfuerzo que a Europa también convoca, en el diseño de nuestra reconstrucción, en la aportación de políticas fiables para la ciudadanía, en hacer frente a los embates populistas que persiguen debilitar el edificio europeo del que formamos parte. Es en esa dimensión europea donde se deben abrir también los espacios centrales de cooperación y eficacia ante el desafío.
La España Que Reúne
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