
Comienza el semestre de la presidencia francesa de turno de la Unión Europea casi con el mismo número de tareas pendientes que tenía al principio la presidencia eslovena, a lo que se añaden nuevas circunstancias y cambios de escenario en la política internacional, especialmente en los países geográficamente más próximos. El discurso inaugural del presidente Emmanuel Macron sirvió para enumerar los retos de los próximos seis meses, en un entorno de parálisis de las principales instituciones europeas tras haber realizado el esfuerzo de poner en marcha el Plan de Recuperación durante la segunda mitad de 2020 y la aprobación de algunas leyes como las que regulan el mercado digital europeo
FUENTE: EFE
La presidencia de turno iniciada el 1 de enero se va a mover entre dos aguas: por un lado, la incertidumbre en torno a la reelección en abril de Macron y, por otro lado, la refundación de las relaciones entre Francia y Alemania tras la formación de la coalición social-liberal-verde y los desencuentros en cuestiones esenciales de las últimas semanas.
En el primer caso, aunque las encuestas a 100 días de las Elecciones sean positivas para el actual presidente, está en juego la presidencia de la República. Tal como han señalado varios analistas en las últimas semanas, ninguno de los favoritos en las encuestas en los meses previos a los comicios llegó a ser elegido. Esta regularidad empírica puede resultar especialmente útil en esta ocasión, dada la situación política en Francia que hace menos previsible que en ocasiones anteriores el resultado final. La composición tradicional de los partidos políticos franceses ha estallado en los últimos años, dejando un escenario de fragmentación e imprevisibilidad muy notables, sobre todo en lo que a fortalecimiento de la extrema derecha se refiere.
En el segundo caso, es una incógnita cómo se establecerá la relación entre Macron (o su sucesor a partir de abril) y el nuevo Canciller alemán Scholz. Habiendo perdido el tradicional eje franco-alemán, recomponer la posición de acuerdos estratégicos entre París y Berlín no va a ser tarea fácil, incluso a pesar de una mayor afinidad ideológica como existe tras el cambio de gobierno en Alemania. Por un lado, es necesario poner en práctica diversos paquetes normativos como la regulación de los servicios digitales, los planes estratégicos de la Política Agrícola Comunitaria (PAC), aprobar y ejecutar regulaciones específicas bajo el paraguas del Green Deal (el caso, por ejemplo, del arancel de carbono en frontera, los acuerdos de reciprocidad con los países de origen de importaciones) o los cambios en el mercado de trabajo, entre otros.
Pero, por otro lado, están varios puntos de importancia trascendental donde los intereses y posición geopolítica de Francia y Alemania no coinciden. Desde la transición energética (en la cual no hay acuerdo en si considerar ‘verde’ la energía nuclear como defiende Francia o el gas como defiende Alemania) a la relación con Rusia (el canciller Scholz habla de ‘refundar’ las relaciones con Putin, en plena época de fuertes tensiones y la consideración por parte de Francia de ‘enemigo geopolítico’), pasando por los planes de reconversión de industrias y sectores para cumplir con los objetivos climáticos.
Éstas son las coordenadas sobre las que se moverá la presidencia francesa en los próximos seis meses. Cabe esperar algunas sorpresas. No hay más que ver el estallido social en Kazajistán, los movimientos de Rusia en la frontera con Ucrania o la propagación de la variante Ómicron en toda Europa. Es necesario estar vigilantes ante el desarrollo de la nueva presidencia de turno, ya que dos semestres después le tocará a España.