
Pocas veces en la historia política reciente el concepto de “equilibrio inestable” se ha convertido en la filosofía y razón de ser principal del Gobierno de un país. Se cumplen dos años de la formación del primer Ejecutivo de coalición en España formado por el PSOE y Unidas Podemos, los cuales para sus protagonistas han sido muy positivos por el número de leyes aprobadas, los acuerdos alcanzados mediante el diálogo social y el reconocimiento de nuevos derechos.
FUENTE: La Voz de Galicia
Medir así el éxito de un Gobierno es normal y aconsejable en un sistema democrático en el que se producen grandes acuerdos y mayorías cualificadas. Sin embargo, la democracia española no se desenvuelve dentro de unos ejes normales de coordenadas como venía sucediendo desde 1978 ya que, para conseguir los resultados que ponderan los socios de coalición, ha sido necesario naturalizar o normalizar el apoyo explícito y continuo en el tiempo de grupos políticos extremos, cuya finalidad última es acabar con el actual Estado de Derecho.
En este sentido, para valorar la acción del Gobierno de coalición es muy importante el “cómo” se ha llegado a los acuerdos y su sostenibilidad en el tiempo, dado que de otra forma, estaremos ante una versión moderna de la teoría maquiavélica “el fin justifica los medios“. Naturalizar al enemigo constitucional no es una acción inocua. Es un experimento efímero, pero con consecuencias de largo radio. Las democracias liberales no son indestructibles ni tampoco salen indemnes de gobernantes que tensan sus fibras más delicadas.
En un momento político experimental como el actual, el rigor en el análisis da paso a un cálculo probabilístico de cuánto tiempo será capaz el sistema democrático y de derecho español de resistir lo que está ocurriendo sin que se produzcan daños estructurales irreversibles.
No es posible establecer unas tesis racionales si continuamente se están moviendo los ejes de coordenadas hacia lo que en cada momento decide el gobernante. Si se sigue haciendo análisis racional sobre el que se articule una acción política, se caería en el desasosiego permanente y el radicalismo, cosa que ya vienen evidenciando las encuestas de opinión que se van publicando en los últimos meses.
Es exactamente lo que ha sucedido en los últimos dos años en torno a la duración de la coalición. Los pronósticos más desfavorables no se han cumplido porque las tesis que los fundamentaban estaban basadas en análisis racionales y en la ética de qué es posible y qué no lo es. Sin embargo, la frontera de lo “posible” se ha ampliado mucho más de lo que la racionalidad política era capaz de prever.
Dos años dan para mucho cuando la dinámica política no es la normal. Una coalición que ha vivido dos etapas muy diferenciadas: por un lado, la constitución del Gobierno y la primera parte de la pandemia; y, por otro lado, el cambio de Gobierno efectuado por el presidente Sánchez para intentar detener la crítica interna del PSOE tras las Elecciones Autonómicas de Madrid. Una historia trufada de desencuentros, salidas de tono, episodios rocambolescos (el caso último de la ganadería intensiva y el ministro de Consumo, sin ir más lejos) y otros de mayor consideración.
Ante esta situación, no es razonable una estrategia de “wait and see”, sino una acción y un discurso político fuera del eje de coordenadas marcado por el Gobierno de coalición, que recoja y sea fidedigno con lo que la sociedad española está viviendo para buscar una amplia mayoría transversal.
Bien
“El fin justifica los medios”.
Los medios: mentir reiteradamente, indultar a quien no se arrepiente y dice que lo volverá a hacer, crear ministerios nuevos de cupo, regar con millones de euros para fines espurios a quien me apoya, permitir homenajes públicos a asesinos…etc, etc.