
En los últimos tiempos se ha intensificado la producción de documentos que pretenden dar una visión de largo plazo tanto en materia económica como en términos globales en materia de reformas políticas e institucionales. Siempre es necesario tener una visión de futuro y dedicar el tiempo necesario siempre y cuando se tenga una visión cabal sobre el presente y lo que se debe hacer a corto plazo. Éste es, sin duda, el principal problema de España, donde se destina más tiempo a pensar en 2030 y 2050 que en elaborar los programas urgentes de medidas a aplicar para el próximo año.
(FUENTE: EFE)
El Plan España 2050 presentado por el Gobierno es un excelente ejercicio de consultoría, no de política de Estado con fundamentos sólidos. Por supuesto es loable y hay que felicitar el trabajo realizado por los expertos que han participado, los cuales acuden a la llamada del Gobierno cuando es necesario. Sin perjuicio de esto, es necesario ser conscientes de qué se quiere hacer con un documento como éste y tratar de influir en el organismo que hace el encargo (en este caso, el Gobierno mismo) para que el trabajo que se realice sea lo más productivo posible.
Hace poco más de un lustro, España se unió al compromiso de 193 países de la ONU para crear la Agenda 2030, compuesta por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas que pretenden, entre otras cosas, acabar con la pobreza y el hambre en el mundo, promover el trabajo decente o actuar para frenar el cambio climático. En realidad, la Agenda 2030 es la renovación -con avances y añadidos- de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) adoptados en el año 2000.
Siempre es bueno tener una política que busque un cambio en relación con el futuro, pero quizás ahora es momento de centrarse en lo más inmediato para poder luchar contra los efectos actuales de la crisis del coronavirus. Este plan, a 30 años vista, eclipsa el presentado por la ONU hace 6 años y del que parece que ya nos hemos olvidado porque sabemos que no vamos a poder cumplir con las directrices que en su momento se marcaron.
Estamos viviendo una situación límite en muchos aspectos y no podemos centrar nuestras fuerzas en resolver los problemas del futuro cuando, ahora mismo, la sociedad reclama acciones que achaquen los problemas que están sufriendo. No es momento de hacer propaganda con planes futuros, es momento de ponerse a disposición de la sociedad y dejar de reírse de ella de esta forma. No se le puede pedir a la sociedad que piense en 2050 cuando en 2021 estamos enfrentándonos aún a una situación muy complicada.
Por ejemplo, todavía no sabemos bien a dónde se va a destinar el dinero de los fondos europeos de recuperación, y es algo que la ciudadanía debe conocer, ya que debería afectar a un cambio inmediato en relación al bienestar de nuestro país. Sería el momento de aclarar las dudas que existen en la población, en lugar de generar más creando nuevas metas para un futuro que se encuentra a 30 años de la situación que estamos viviendo.
Más allá de la irresponsabilidad de la creación de este plan en un momento tan complicado para España, la Agenda 2050 deja grandes preguntas también. De momento, este informe, de 676 páginas, apuesta por una serie de medidas para garantizar un crecimiento sostenible en el tiempo, que permita crear empleo y, a la vez, reducir el déficit público y la deuda. Además de lograr convertir a España en un país más eficiente, digital, verde y justo. “Una España que avanzaría desde la media europea alcanzada en los últimos 30 años para situarse entre los países más punteros de la UE. Algo realmente posible”, esto dijo Pedro Sánchez durante su la presentación del informe en el del Reina Sofía, con ausencias más que elocuentes de determinados dirigentes empresariales. A partir de ahora, dice que se abre “un gran diálogo nacional” para analizar los retos del país en los próximos treinta años e intentar construir desde la unidad la España de 2050
Las propuestas que más resaltan de esta Agenda 2050 son:
Jornada laboral de 35 horas, subida de impuestos, armonización fiscal, impuesto al uso de los vehículos, prohibición de viajes cortos en avión, fomento de pensiones privadas, ampliar la edad de jubilación, inmigración legal para paliar la caída demográfica, prestación por crianza, herencia universal para la juventud, aumentar el gasto educativo, plan de vivienda.
Predicar sobre el futuro sin tener bien anclado el presente es un ejercicio de riesgo que no nos debemos permitir como país.